En 2018, tras cuatro años consecutivos de un decremento en los ratings de las ceremonias de entrega de los premios Oscar, la Academia anunció una nueva categoría: Mejor Película Popular. Este fue el primer intento de la organización por intentar obtener la atención de audiencias masivas (y casuales) para aumentar ratings. Y como era de esperarse, también fue un fracaso.

En aquel entonces, la creación de Mejor Película Popular tenía como objetivo aprovechar la enorme popularidad de “Black Panther” ($700 millones de dólares en taquilla) para generar más ruido y atención alrededor de la ceremonia de entrega. Sin embargo, el anuncio inmediatamente (y justificadamente) provocó la ira de audiencias, cinéfilos y periodistas. Al proponer esta categoría, la Academia estaba segregando a películas de terror, acción, animación o superhéroes en su propia categoría como si no fueran dignas de ser nominadas a Mejor Película u otras categorías. El anuncio encapsuló la mentalidad elitista de una Academia conformada mayoritariamente por personas blancas y viejas incapaces de reconocer la valía de cine fresco, emocionante y con ejemplares características técnicas como “Skyfall” o la misma “Black Panther”, que en ese año representó un hito para la cultura afroamericana en Estados Unidos.

En fin, la planificación pobre de la nueva categoría, reglas ambiguas y claras motivaciones elitistas fueron duramente criticadas por todo mundo, eventualmente obligando a la organización a cancelar el Oscar de Mejor Película Popular. Y para terminar de acentuar lo mala que era esta idea en primer lugar, “Black Panther” orgánicamente y sin necesidad de la categoría popular, obtuvo siete nominaciones y tres victorias. Como resultado, los ratings subieron en la ceremonia de 2019, de 26.5 millones de televidentes a 29.6. 

Pero después de eso, el descenso fue brutal. En 2020 los ratings bajaron hasta 23.6 millones y en 2021, la Academia perdió más del 50% de su audiencia: sólo 10.4 millones de televidentes estadounidenses sintonizaron a una transmisión vergonzosa liderada por un Steven Soderbergh completamente perdido. 

Además del factor pandémico, el alza en la popularidad de videos de 1 minuto, la poca visibilidad de las películas nominadas y la carencia de blockbusters en la entrega, la transmisión fue terriblemente aburrida y alienante para audiencias sin conocimiento de las películas nominadas. En un intento por darle un toque cinematográfico a la ceremonia, Soderbergh (trabajando como productor) tuvo la terrible idea de quitar clips de los nominados. Como consecuencia, tuvimos casi cuatro horas de palabrería sin sustento audiovisual. Fue una idea egoísta que le quitó la posibilidad al televidente casual de saber de qué estaban hablando todas estas celebridades o de dar a conocer a las nominadas. Es mucho más entretenido ver clips de Frances McDormand conduciendo por los caminos americanos que solo escuchar la palabra “Nomadland” cien veces sin saber de qué se está hablando. Una vez más, la Academia demostró que no tiene ni idea de cómo piensan las audiencias casuales y las nuevas generaciones. 

En 2021, el Hombre Araña le brindó una nueva oportunidad a la Academia de obtener el amor de las masas. “Spider-Man: No Way Home” fue un fenómeno pop que desafío a la pandemia, generando $200 millones de dólares en taquilla estadounidense y $1.812 billones a nivel mundial. Clips de filas interminables para adquirir boletos, gente eufórica atendiendo proyecciones y una oleada de amor hacia Spidey inundaron las redes sociales. 

Sony intentó capitalizar con una campaña de Oscar, algunos periodistas manipulables apoyaron la causa y la Academia se relamió los bigotes. Tal vez si “No Way Home” alcanzaba la nominación a Mejor Película, los ratings de los premios Oscar 2022 tendrían un alza en los ratings. Pero, como era de esperarse dada la calidad del filme, no fue así y Spidey solo obtuvo la nominación a Mejores Efectos Visuales.

Pero la Academia no se rindió y en otro desesperado intento por tener en la transmisión a “Spider-Man” u otra película amada por las masas, anunció el resurgimiento de Mejor Película Popular en forma de una votación en Twitter para determinar a la #OscarsFanFavorite o la película más popular. A través de esta campaña, usuarios estadounidenses pueden votar por su filme favorito usando el hashtag previamente mencionado hasta 20 veces por día. La ganadora de la votación será “reconocida durante la transmisión” (¿Qué tipo de reconocimiento? Eso no lo sabemos).

No se necesita ser un Community Manager veterano para saber que encuestar a millones de usuarios en una red social (llámese como se llame) es una pésima idea. Podemos recordar el clásico ejemplo de 2012 cuando Mountain Dew le pidió al Internet determinar el nombre de su nueva bebida, dando como resultado un top 3 conformado por “Hitler did nothing wrong,” “Diabeetus” y “Gushing Granny”. O cómo olvidar, en 2012, cuando el Internet votó para que el rapero Pitbull tuviera que ser desterrado al Wal-mart más remoto del país (en Alaska) como parte de una campaña de Energy Sheets. Y mi favorito, cuando en 2016 el gobierno británico dejó al Internet sugerir un nombre para su barco de investigación polar de $287 millones de dólares; el resultado: “Boaty McBoatface” (algo así como Barquito McCaraDeBarco).

La votación del #OscarsFanFavorite, cuyas reglas de elegibilidad son ligeramente inquietantes (aquí puedes leer más), va encaminada al desastre. Al momento de escribir este artículo, Deadline reporta que la odiada “Cenicienta” de Kay Cannon está dominando las votaciones de Twitter gracias a la fanaticada de Camila Cabello. En segundo lugar, el ejército de machos frágiles ha impulsado a su ídolo cancelado Johnny Depp y su película (que nadie vio) “Minimata”. Ah, la democracia del Internet. Cabe destacar que la Academia también está llevando a cabo votaciones por la Escena Favorita del 2021, misma que será reconocida y transmitida en la entrega de los Oscars. Si el Internet se pone abusado, podríamos tener la introducción del filme rumano “Bad Luck Banging or Loony Porn”, en donde vemos sexo oral y vaginal explícito, en la transmisión de NBC.

La autoestima de la Academia

Todas estas votaciones e intentos miserables por obtener la atención de jóvenes han convertido a la Academia en una representación viviente del meme de Steve Buscemi en “30 Rock”. Y todo se decanta a un problema de autoestima. 

Al insistir con su premiación de la “películas más popular”, la Academia está diciendo que sus cintas nominadas a Mejor Película no son populares y con ello, están creando una percepción errónea que divide con mayor fuerza al cine de arte y cine comercial. En vez de alentar a audiencias casuales a salir de su zona de confort y ver cine internacional o de arte, están reforzando su complacencia de ver cine comercial o palomero. Este mensaje mixto insulta a cintas nominadas y a audiencias fieles. La Academia apesta a inseguridad y su prestigio está siendo afectado por ello.

Parece que la organización está avergonzada de su propia entrega y en vez de adaptarse a las audiencias que tienen su apoyo y que van a ver la transmisión sin importar las películas nominadas, están utilizando sus recursos para intentar recuperar a una demografía que ni siquiera comprenden. Creen que recurrir a Twitter los hace muy modernos y que celebrar películas masivamente populares va a obtener mágicamente la atención de usuarios sin interés en entregas de premios. Peor aún, se les ha olvidado que gracias a las redes sociales, cualquier persona puede ver los resultados al momento en cuestión de segundos y sin tener que someterse a una ceremonia de cuatro horas de duración.

Seguidores del Oscar quieren ver una entrega de premios Oscar, pero la Academia quiere darnos un People’s Choice Awards o un MTV Movie Awards. ¿Por qué gastar tiempo y dinero apelando a audiencias que difícilmente vas a recuperar en números masivos? Los premios Oscar tienen la tradición de su lado: a pesar de ser un nicho, siguen y seguirán siendo percibidos como una entrega prestigiosa y aunque audiencias casuales ignoren a las nominadas o ganadoras, su influencia continuará permeando en la industria como una poderosa herramienta de visibilidad y marketing que abre caminos a películas poco vistas e impulsa la carrera de nuevos talentos para así continuar el avance y apertura de la industria cinematográfica. 

Un ejemplo sencillo y reciente de la importancia de los premios Oscar es MUBI adquiriendo “Drive My Car” para su distribución en una gran cantidad de territorios por todo el mundo. Tal vez MUBI todavía no sea la plataforma de streaming más vista, pero sin duda alguna ha ayudado a darle visibilidad a cine infrarrepresentado e infravalorado. Y sí, la obra de tres horas de Ryusuke Hamaguchi no se convertirá en un hito de la cultura popular, pero gracias a los premios Oscar llegará a más casas y permitirá a más cinéfilos y cinéfilas de todo el mundo descubrir el cine de un gran autor. Pero la Academia no entiende eso y preferirían darle más visibilidad a una película que todo el mundo conoce.

drive-my-car-Hidetoshi-Nishijima-Tōko-Miura
“Drive My Car” | Cortesía de TIFF

La Academia debe aprender a amarse a sí misma y en vez de perseguir a gente que no está interesada en su premiación, a consolidarse como una entrega influyente dedicada a celebrar el séptimo arte. Sus esfuerzos deberían ir hacia darle impulso y visibilidad a sus nominadas, a continuar modificando su propia estructura arcaica para reconocer con mayor frecuencia a cine audaz e internacional, y a atreverse a explorar nuevos géneros y conceptos. 

Por ejemplo, el trabajo de los stunts o dobles de cine nunca ha recibido el reconocimiento que merece; la creación de un Oscar a Mejor Trabajo de Stunts o Dobles ayudaría a darle visibilidad a un sector de la industria que lo merece y de paso, orgánicamente atraer a audiencias buscando un espectáculo, pues automáticamente estarían compitiendo blockbusters. Y si a eso le agregamos un pequeño show en vivo de stunts durante la transmisión del Oscar, pues qué mejor herramienta para obtener atención televisiva.

El movimiento #OscarsFanFavorite ha resultado en ruido en redes sociales y más atención hacia la próxima entrega. ¿Se traducirá todo esto en ratings? Independientemente de la respuesta, la Academia está convirtiendo su ceremonia en una desesperada burla, segregando a la industria y sacrificando su esencia de celebrar al arte del cine en pro de visibilidad efímera que hará poco por solucionar sus profundos problemas de estructura.