Por Luis Servin. En 1969 las audiencias del mundo veían algo insólito dentro de la franquicia de James Bond: el agente secreto más amado del Reino Unido contraía matrimonio en la parte final de “On Her Majesty’s Secret Service”. A partir de aquel momento, se pensó, las historias de 007 cambiarían para siempre pues Teresa di Vincezo pasaba formalmente a convertirse en la Sra. Bond; James parecía retirarse del servicio y sus aliados más cercanos asistían con gozo a la ceremonia que unía las vidas de los dos enamorados, sin embargo, nadie esperaba que, cuando la pareja se retirara a la luna de miel serían interceptados por los secuaces de Blofeld quienes, tratando de vengar a su jefe, disparan contra el auto de Bond matando a Teresa en el acto. Y la película termina así: 007 sostiene en brazos a su amada muerta jurándole que su amor duraría todo el tiempo del mundo.
¿Qué tiene que ver el final trágico de la sexta película de la franquicia con la última cinta protagonizada por Daniel Craig? Se preguntará usted, querido lector, pues la verdad es que tiene todo que ver.
Las historias de amor a lo largo de la franquicia de James Bond no habían tenido un papel relevante sino hasta aquella entrega de 1969, después de eso las tramas románticas prácticamente desaparecieron del radar argumental de las cintas, manteniéndose presentes, si se le quiere ver así, en los fugaces romances entre 007 y cada mujer que se le ponía en frente. Sin embargo, tras la llegada del siglo XXI, los creativos detrás de las películas comenzaron a darle un mayor peso narrativo a este tipo de tramas cuando los guionistas tomaron la decisión de brindarle a James más humanidad, de esa manera vemos cómo afecta a su arco de personaje una figura como la de Vesper Lynd (personaje interpretado en “ Casino Royale” por Eva Green) quien, durante la primera aventura fílmica de Craig en el papel, adquiere un rol más activo que incidental al punto en el que la sombra de aquella primera enamorada de Bond llega hasta esta última película del actor, “No Time to Die”. Su relación con Vesper, fugaz si se le quiere ver así, tiene repercusiones psicológicas importantes para James Bond como no las tuvo ninguna otra en la historia de la franquicia, hasta la llegada del personaje de Léa Seydoux, Madeleine Swann, por supuesto.
“Spectre” se convertía, en su tramo final, en una cinta donde los guionistas forzaban de una manera extraña la relación amorosa entre Madeleine Swann y James Bond para poder llegar a un lugar muy específico que era el retiro de Bond del servicio, quizá porque en aquel lejano 2015 se rumoraba que Craig ya no volvería al papel y necesitaban jubilarlo de alguna manera, sin embargo la decisión no terminaba de sentirse orgánica dentro de la narrativa general de la película. La tarea de los guionistas de la siguiente entrega era titánica pues debían corregir eso que no terminaba de conectar en “Spectre” y ligarlo a aquello que quisieran hacer en “No Time to Die”; la respuesta a esa gigantesca tarea llegó de una manera que fue bastante sorpresiva para muchos, su servidor incluido, pues los productores y el director, Cary Joji Fukunaga, fichaban a la actriz, escritora y productora Phoebe Waller-Bridge (la mente detrás de dos de las series más exitosas de la televisión actual: “Fleabag” y “Killing Eve”) para pulir ciertos detalles del guion. La decisión era extraña para muchos pues Waller-Bridge estaba a punto de convertirse en la primera mujer, acreditada, guionista de una película de James Bond, sin embargo muchos nos manteníamos optimistas ante la decisión pues el conocido humor de Phoebe podía refrescar una entrega que, todos lo sabíamos, necesitaba ser mejor que su antecesora.
Así llegamos a “No Time to Die” que, rompiendo uno de los pilares de la franquicia, empieza justo donde terminaba la cinta anterior: mostrándonos la siguiente etapa en la vida de James Bond luego de aquel idílico final feliz dado por Sam Mendes en “Spectre”. Mantener el romance con la doctora Swann podría parecer un error, pues éste no estaba bien planteado en la progresión narrativa, sin embargo funciona porque se convierte en la trama predominante de la cinta por sobre otras cuestiones, incluso sobre la misión secreta o el enemigo a vencer. Esto es aventurado y algo jamás explorado antes en la franquicia y le brinda frescura a la película número 25 de 007, desbloqueando para los espectadores una pregunta pocas veces formulada dentro de una de estas películas: ¿Lograrán Madeleine y James estar juntos al final?
También es interesante el tratamiento dado a la figura de las “chicas Bond”, quienes regularmente funcionan simplemente como los intereses románticos del agente o le dan una pieza de información necesaria para seguir avanzando con la trama. Aquí se nota mucho el apoyo de Phoebe Waller-Bridge con la escritura de los personajes de Paloma (interpretada por Ana de Armas) y Nomi (Lashana Lynch), pues, para empezar, no terminan encamadas con Bond; se respeta que el personaje tiene una pareja estable y los momentos de seducción se convierten en alivios cómicos, lo cual es bastante inteligente. Además, cada una de ellas es un personaje importante que salva a Bond en algún momento de la trama y demuestran que tampoco necesitan al agente para sobrevivir.
Sinceramente me gustó mucho la cinta porque, sin entrar en detalles reveladores de la trama, avanza mucho a James como personaje y lo humaniza como ninguna de las películas anteriores lo había hecho y, al mismo tiempo, termina su historia: a este Bond lo hemos visto crecer, convertirse en agente 00, perder al amor de su vida, a la única figura materna que conoció y, después de todo ese sufrimiento, lo vemos encontrar una paz que tal vez ninguna de sus encarnaciones anteriores conoció.
Desconozco el futuro pensado por los productores para la saga pero, después de ver los lugares a donde llevaron la franquicia con esta entrega, estoy seguro de que van en la dirección correcta. Quiero saber quién será el próximo 007 y también conocer más detalles de Bond 26. Por el momento los creativos pueden tomarse todo el tiempo del mundo en tomar las decisiones necesarias para llevarnos a la siguiente misión.