Mateo Sobode Chiqueno es un indígena ayoreo con la misión de preservar la cultura de su pueblo. Una cultura que ha sido transformada, desplazada y silenciada por el hombre blanco a través de misioneros y despojo de tierras. En su magistral documental “Apenas el sol”, Arami Ullón captura las experiencias de este pueblo víctima del colonialismo en Paraguay.
Los ayoreo vivían en la selva, libres de enfermedades y alimentándose de la naturaleza. Su vida nómada fue frenada por la intervención del hombre blanco en los años sesenta. Los sacaron y los ganaderos se quedaron con sus tierras. Misioneros menonitas llegaron para erradicar sus creencias, humillándolos y haciéndoles creer que sus ritos y tradiciones eran representaciones de la maldad. Ahora, el tiempo se ha llevado su conocimiento ancestral. “Esa sabiduría nos podría guiar ahora”, dice Chiqueno, quien como muchos otros indígenas vive en comunidades aisladas de la civilización blanca, durmiendo en frágiles chozas y subsistiendo a base de una miserable cantidad de dinero otorgada por el gobierno paraguayo cada dos meses. No se les permite cazar o recolectar.
Chiqueno utiliza una vieja grabadora para capturar historias, canciones y testimonios de su gente. A través de esta misión, se genera una comprensión alrededor de la vida ayoreo y el trauma del colonialismo que cada sobreviviente carga en su alma. Algunos han sido convertidos y depositan las culpas de su desdicha en Dios sin saber que la responsabilidad recae en un Estado hambriento por progreso y capitalismo. Ahora, cuando Chiqueno canta las melodías tradicionales de su pueblo, sus nietos creen que son pasajes bíblicos.
Los misioneros llegaron planteando soluciones a los problemas de los indígenas, pero solo ocasionaron sufrimiento y acabaron con sus prácticas shamanísticas. Pero hasta el ayoreo entrevistado más religioso admite que las cosas eran mejor antes, lejos del yugo y las enfermedades blancas, mismas que acabaron con gran parte de su gente.

Ullón nos deja escuchar estas conversaciones con toda tranquilidad. Cuando la cámara no está en la conflictuada mirada de Chiqueno, reposa en los cadáveres de animales encontrados en el camino y en portones que resguardan los ranchos de los despojadores.
La calma de los testimonios oculta dolor que difícilmente ha podido ser sepultado por el tiempo. Durante su escape del hombre blanco, un hombre se separó de su esposa en la selva y nunca la volvió a ver. Una mujer describe el exterminio de su comunidad y el momento en el que su padre fue asesinado. El autor José Iquebi platica sobre cómo fue capturado y utilizado para rastrear a otros ayoreos; fue él quien convenció a Chiqueno de ir con los misioneros. A pesar del resentimiento, la conversación funciona como un reconocimiento de la aparentemente imposible escapatoria del colonialismo blanco.
“Apenas el sol” es una contundente demostración del poder del cine documental como herramienta de historia, comprensión y empatía. A través de la escucha y observación, Ullón y Chiqueno le dan vida a una cultura rica cuya conexión con la Tierra es la antítesis directa de los ideales capitalistas que acabaron con su modo de vida a través de mentiras y violencia. Esos ideales blancos de progreso falso que han derivado en una destrucción cultural y ambiental; el efecto desmedido del impulso capitalista por tenerlo todo. Todo, excepto una cosa, según Chiqueno: “Tal vez el sol es lo único que la gente blanca no cree es de su propiedad”, dice.
“Apenas el sol” (Nothing but the Sun) tuvo premiere norteamericana en el Festival Hot Docs 2021 como parte de la sección World Showcase.