Si has visto los extraordinarios videos musicales “Born Free” y “Bad Girls” de M.I.A., entonces vas a reconocer inmediatamente las huellas digitales y la energía del director Romain Gavras en el asombroso plano secuencia inicial de su nuevo largometraje “Atenea”, una tragedia social que desborda furia desde el minuto uno.
El mencionado plano secuencia arranca con una conferencia de prensa afuera de una estación de policía. Un soldado llamado Abdel (Dali Benssalah) lamenta la muerte de su hermano menor Idir a manos de brutalidad policial y sobriamente pide el nombre de los responsables. La cámara lentamente se mueve hacia un grupo de jóvenes en la muchedumbre y se detiene en Karim (Sami Slimane), el otro hermano de Abdel, quien no quiere pedir, sino exigir justicia. Karim enciende una molotov y el caos comienza. Con tremenda coordinación, una armada de encapuchados toma la estación, siembra confusión, agarra armas, roba una furgoneta y triunfantes regresan a toda velocidad a su barrio, llamado Athena, ondeando banderas francesas desde motocicletas.Todo esto es ejecutado con espectacular técnica, sin recurrir a un solo corte y con la intensidad siempre a tope.
Gavras homogeniza acción y denuncia social en un explosivo e intenso paquete que te atrapa con su historia y te sacude con su técnica. La marca del coguionista Ladj Ly es evidente, pues “Atenea” bien podría ser una especie de secuela a su magnífica “Les Misérables” de 2019. Hay un aire de profunda injusticia en la película y los personajes reflejan en sus ojos el hartazgo de un sistema que los ha aplastado desde su nacimiento. Transmisiones de televisión en el trasfondo de algunas escenas nos permiten escuchar a políticos clasistas e islamofóbicos que se expresan de los habitantes de Atenea como si fueran seres subhumanos.
La película busca emular una tragedia griega. Atenea es la Diosa de la guerra, conocida por su sabiduría y destreza militar misma que se manifiesta en la soberbia organización de Karim y su pequeño pero feroz ejército. Después del memorable inicio, la situación sigue escalando y con ello la intensidad, el drama y la espectacularidad audiovisual en despliegue. Policías llegan a Athena con la intención de reprimir a los jóvenes, quienes no ceden en su agresivo empuje por la justicia. Abdel intenta detener a Karim, pero ya es muy tarde. El dolor del aguerrido líder se ha transformado en ira, misma que se ha combinado con años de injusticias para crear el combustible necesario para luchar. Karim quiere una revolución.
En su debut como actor, Sami Slimane es absolutamente extraordinario. En ningún momento dudas de las facultades de Karim como líder, pues Slimane se presenta como tal. En su trabajo presenta a un ser determinado y calculador, con el corazón roto y con fuego en los ojos: Slimane plasma la furia y tormento visceral a través de la cual Gavras alimenta a su narrativa.
Dali Benssalah (“La traviata, mis hermanos y yo”) no se queda atrás y vuelve a demostrar su tremenda calidad dramática y explosiva como un hermano que paulatinamente es rebasado por el dolor. Y aunque su personaje tenga poco desarrollo, Anthony Bajon (“A Radiant Girl”) hace un tremendo trabajo como un policía aterrado; saca chispas junto a Benssalah en una escena clave.
Apoyado por su experiencia dirigiendo videos musicales, Gavras utiliza una estética de excesos para plasmar la situación de desesperación social de una Francia dividida, golpeada por la violencia y la desigualdad. Aunque existen varios cortes, la película funciona a través de numerosos planos secuencias extendidos que permiten mantener el flujo de tensión a tope. La cámara de Matias Boucard se arrastra, sin perder energía, por todo Atenea para presenciar conflictos internos entre hermanos, el caos de un vecindario evacuando y una auténtica guerra de clases. La música de Surkin es épica: sus coros se asemejan a algo que escucharías en El Señor de los Anillos; de hecho, una de las muchas memorables secuencias inicia con un grupo de policías intentando ingresar al barrio con enormes escaleras, como si se tratara del Abismo de Helm. Más tarde, estas fuerzas armadas se asemejan a antiguos griegos mientras se defienden de una tormenta de petardos multicolor con sus escudos. Además de la naturaleza de su historia, es verdaderamente trágico el hecho de no poder vivir esta experiencia visceral en una sala de cine (y peor aún, ver cómo Netflix ignora a la película, como si fuera desechable).
“Atenea” no busca ser realista sino representar la profunda cólera de un descontento social a través de mitología y espectáculo. A raíz de esto, y con el paso de los minutos, la película pierde cierto poder narrativo y Gavras se contradice con su poco convincente idea de que hay víctimas en ambos bandos. Pero, a pesar de estas fallas, “Atenea” nunca pierde su poder de atracción: la intensidad no disminuye y el hambre por justicia no cede. Gavras pasa el suficiente tiempo con sus personajes, particularmente en sus rostros, para generar emoción y potencializar el inevitable factor trágico de su desenlace.
“Atenea” ya se encuentra disponible en Netflix.