Para poder sobresalir de entre el océano de películas de venganza y acción que hay en el mercado, es obligatorio ofrecer un extra que atraiga al público, ya sea a nivel narrativo o estilístico. Bailarina (발레리나), de Lee Chung-hyun, ofrece esto último con creces. Tal vez su historia sea sencilla pero su vibra, despliegue audiovisual y protagonista son excepcionales.
Ok-ju (Jeon Jong-seo) es una guardaespaldas retirada cuya solitaria vida se llena de luz cada vez que pasa tiempo con Choi Min-hee (Park Yu-rim), una bailarina de ballet y su mejor amiga. Una noche, Ok-ju descubre a Min-hee muerta en su bañera, así como una nota en donde le pide vengarla.
A través de flashbacks bañados de luz y colores vibrantes que reflejan la personalidad burbujeante y alegría contagiosa de Min-hee, la película nos muestra la importancia que ella tenía en la vida de Ok-ju y con ello explica de dónde nace su profunda sed de vengarla, misma que no es unidimensional gracias a la excelente actuación de Jeon Jong-seo (Mona Lisa y la luna de sangre), quien exhibe con gran efectividad el dolor de perder a su amiga.
Una pista de Min-hee dirige a Ok-ju hacia el responsable de su suicidio: Choi (Kim Ji-hoon), un degenerado psicópata que droga a sus víctimas y graba videos sexuales con ellas para luego usarlos como chantaje. Kim Ji-hoon hace un gran trabajo como un ser narcisista y lleno de maldad que ve a las mujeres únicamente como objetos sexuales y como fuente de ingresos.
La primera escena de Bailarina es clásica: un grupo de vándalos intentan asaltar una tienda pero Ok-ju, totalmente tranquila y despreocupada, aparece de la nada para patearles el trasero. A pesar de su poca originalidad, esta introducción es muy inteligente porque además de presentar las habilidades de Ok-ju, establece la expectativas de que su personaje es una indetenible máquina de pelea, idea que Lee Chung-hyun (El teléfono) subvierte más tarde en la trama cuando los planes de Ok-ju se ven frustrados y termina metiéndose en un problema mayúsculo. A diferencia de muchas películas de este tipo, la protagonista no es invencible, sino que comete errores, es vulnerable y, por momentos, hasta torpe. Estos matices le dan frescura a una trama que ya hemos visto en otras películas de venganza.
Si bien los antecedentes y personalidad de Ok-ju no son explicados, podemos aprender mucho de sus personaje gracias a la magnífica actuación de Jeon Jong-seo, quien transmite la soledad, rabia y dolor del personaje tanto en escenas calladas como aquellas repletas de acción. Cuando va a matar a alguien no lo hace de manera robótica y fría, sino con una mirada que ayuda a contar su historia.
Por supuesto, la dirección de Chung-hyun es clave para hacer de esta sencilla historia una cautivadora experiencia audiovisual. Abundante rosa y violeta en la paleta de colores, el moderno score de Gray, atractivas luces fluorescentes, y movimientos de cámara energéticos hacen de Bailarina un deleite para la pupila y el oído. Las escenas de acción de los primeros dos actos son un tanto agitadas y no le hacen justicia al título de la película, pero todo esto cambia en el baño de sangre del tercer acto, mismo que combina exquisita fotografía con espectaculares coreografías.
Bailarina es otra exhibición de proeza actoral por parte de Jeon Jong-seo, cuya peligrosidad y vulnerabilidad se combinan con la elegante dirección de Chung-hyun para hacerte olvidar de los numerosos hoyos de la trama. Son 93 minutos de goce en donde las herramientas audiovisuales son más que suficientes para contar una simple historia de venganza.
“Bailarina o “Ballerina” ya está disponible en Netflix.