Una vaca da a luz a su cría: una hembra, igual que ella. Después de lavarla a lengüetazos, a poco tiempo de nacer, ambas son separadas para nunca verse otra vez. La madre llama a su ternera, la ternera responde a lo lejos, nadie parece escuchar. Esos son los primeros minutos de “Cow”, el inolvidable documental de Andrea Arnold.
Esta película sigue la vida de Luma, una vaca lechera: su rutina mientras la ordeñan, sus chequeos constantes, cómo es preñada y separada de sus bebés, su día a día. Con una cámara fluida que se mantiene casi siempre cerca de la cara de Luma, la directora nos obliga, a través de los ojos de su personaje, a confrontar el verdadero costo de la industria alimenticia.
La vida de Luma no es muy diferente a la de otras vacas, podría decirse incluso que no le va tan mal respecto a otros animales: está cuidada, tiene chequeos rutinarios, incluso la dejan pastar cuando está embarazada. Sin embargo, allí radica lo grandioso del documental: ¿Cómo hemos llegado al punto en el que este tipo de trato es normal? ¿Cómo somos capaces de darle nombre a un ser vivo, de criarlo y verlo crecer únicamente para servirnos mientras pasa una existencia miserable?
La cercanía que mantiene la película con Luma y su hija es tal que los humanos y sus palabras se sienten lejanos, como invasores extraños. La desesperación ante las revisiones intrusivas al útero de las vacas, dolorosos procedimientos como el marcado o la quema de los cachos de los terneros, la indiferencia y burla ante el enojo de la madre al verse alejada de su cría, todo se siente como lo que realmente es: la explotación de una vida incapaz de defenderse.
Uno de los mayores logros de “Cow” es la mirada empática y honesta de Arnold hacia el tema: lejos de dar cifras, señalar culpables o proponer soluciones a las muchas interrogantes que podrían surgir de un debate sobre el consumo de carne y su industria, la directora prefiere dejarnos algunas preguntas sobre si realmente nuestro bienestar vale la pena por encima del sufrimiento de otros.
Sin embargo, es en una secuencia alejada del dolor donde la genialidad del documental realmente se revela: Luma puede salir al pasto a descansar. Después de varias tomas caóticas y claustrofóbicas, la cámara se permite por primera vez caer en el preciosismo: es allí donde vemos lo mucho que se les ha arrebatado a Luma y a los suyos, la vida que jamás tuvieron o tendrán.
No faltará quien diga que esta es la naturaleza: al fin y al cabo el depredador se come a la presa. Pero, ¿no está justamente en la razón la capacidad de luchar contra nuestros impulsos más perversos? ¿No deberíamos ser capaces de ver más allá de nuestro beneficio personal y darnos cuenta de cómo le hacemos daño a otros seres vivos por mantener cierto estilo de vida? Con suerte, algún día en el futuro la gente verá “Cow” y se preguntará: ¿Cómo pudimos ser tan crueles con aquellos que comparten el planeta con nosotros?
“Cow” está nominada a Mejor Documental en los BAFTA 2022 y ya se encuentra disponible en MUBI.