“¡Nadie quiere leer sobre este romance!” dice Tessa, la protagonista de “After: Amor infinito” al descubrir (en un giro muy meta) que su egoísta y autodestructivo novio Hardin ha escrito un libro basado en su relación, al cual llama (¡oh, sorpresa!) “After”. Nuestra ingenua heroína se sorprendería al saber que no sólo existen varios libros y cuatro películas sobre su tóxica relación, sino la promesa (¿o deberíamos decir amenaza?) de un universo cinematográfico basado en la exitosa saga. Tras una muy aburrida tercera parte, la directora Castille Landon regresa a lo que todos esperamos ver: peleas exageradas, ridículo melodrama adolescente y una muy buena dosis de risas, aunque no sean intencionales.

La película continúa inmediatamente después de los hechos de la pasada: Hardin (Hero Fiennes Tiffin) está devastado tras el descubrimiento de que su madre, Trish (Louise Lombard), a poco de casarse, tiene un amorío con el hombre que siempre lo ha apoyado, Christian Vance (Stephen Moyer). No sólo eso, sino que él es además su verdadero padre, un secreto imperdonable para Hardin. Como toda persona madura, él decide hacer lo que cualquiera haría: se emborracha y quema el departamento de su madre. Al darse cuenta de ello, Vance lo ayuda a huir y su novia Tessa (Josephine Langford) lo lleva lejos de la escena del crimen. La casa de Trish no es lo único a lo cual Hardin enciende en llamas, pues tras una breve discusión sobre cuán terrible es su vida, Tessa y él proceden a tener sexo desenfrenado en el coche en medio del campo.

Estos son solo los primeros minutos de un repetitivo y ridículo guion cuya estructura consiste en usar la misma dinámica una y otra vez: Hardin muestra actitudes tóxicas, Tessa trata de ayudarlo, él la maltrata, ella se enoja y se va, él regresa y ella vuelve a perdonarlo. Si esto suena a lo mismo de las anteriores películas, es porque lo es. La historia decide decirle adiós al poco desarrollo del personaje en la entrega pasada para volver a la nociva codependencia que hizo tan exitosa a la saga, el morbo de ver el nivel de masoquismo al cual puede llegar esta relación.

La película se esfuerza por hacer romántico el indefendible noviazgo de Tessa y Hardin a través de recursos risibles que generan un efecto accidentalmente cómico. Por ejemplo, cuando Tessa pasea por el departamento vacío se nos muestran recuerdos de los (pocos) bellos momentos de la pareja; de repente, cuando la canción de fondo menciona algo sobre el mundo convirtiéndose en cenizas, uno de los recuerdos se hace (ante las carcajadas del público) cenizas. La sutileza de la banda sonora no para allí, también hay una parte en la cual la música menciona lo bueno de estar solo y Tessa corre a estar sola. Si vas en busca de subtexto, acá no lo encontrarás.

La franquicia continúa con su irresponsable idea de que las parejas son terapia. En uno de los momentos más inspirados de la trama, Tessa le dice a Hardin “lamento no haber podido repararte”, a lo cual el infame responde “yo también”, como si ella tuviera la obligación de sacar lo mejor de él. Además de ser un criminal violento, Hardin nunca respeta los límites de Tessa, la maltrata psicológicamente y golpea a cualquier hombre que se acerque a ella. Tessa por su lado no se queda atrás en cuanto a  celos y está dispuesta siempre a dejar todo por tener a Hardin a su lado: una de las reconciliaciones ocurre cuando él le comenta que cuando otra chica trató de besarlo, él le vomitó encima. No hay nada más romántico.

Fuera de broma, estas historias perpetúan actitudes misóginas, romantizan las relaciones posesivas y ponen la violencia de pareja como algo a lo cual hay que aspirar. Aunque muchos la vean con ánimos de reírse ante su terrible diálogo y trama, no debemos perder de vista que gran parte de su audiencia adolescente podría verla como algo romántico y tierno: el personaje de Hardin en realidad debería estar preso y  no es el caballero de ensueño que la película quiere pintarnos. Su gran acto de redención (escribir el libro de “After”) no solo es una ruptura de la privacidad, sino la última burla a la mujer a la cual supuestamente adora. En uno de los momentos más audaces, él tiene la osadía de escribir cómo la ama pese a que ella no puede tener hijos, como si ella fuera afortunada de ser querida por algo que ni siquiera es su culpa; el tipo es detestable, y si te topas con alguien como él en la vida real lo mejor es poner una orden de restricción, en vez de lanzarte a un romance de novela.

Dentro del elenco, vale la pena mencionar a Chance Perdomo, quien regresa como Landon, el mejor amigo de la pareja. Su presencia hace divertidas varias escenas y se agradece tener un personaje que le diga a Hardin sus verdades en la cara: definitivamente tiene las mejores líneas de la película. Mira Sorvino hace también lo mejor que puede con su limitado papel como Carol, la mamá de Tessa (antes interpretada por Selma Blair), y gracias a ella la relación madre-hija es mucho más verosímil en esta entrega.

Con un final abierto y otra película en camino, la historia de esta pareja amante de los libros está lejos de terminarse. En este punto, todos sabemos muy bien qué esperar de futuras entregas y, en honor a la afición de Hardin y Tessa por citar a sofisticados autores (“After: Amor infinito” usa a Hemingway varias veces), al terminar esta cuarta parte no hay mejores palabras que las del sabio Mike Wazowski: “Pero, ¡hey! Las risas no faltaron”.

“After: Amor infinito” ya se encuentra disponible en cines.