En 1994 ocurrió el genocidio tutsi en Ruanda, el cual dejó a más de un millón de muertos en tan solo tres meses: estas son las palabras con las que inicia “Árboles de paz”, de la directora Alanna Brown, un drama que con tan solo cuatro actrices y una locación nos cuenta una historia conmovedora de sufrimiento, pero también de esperanza.

Cuando se desata la matanza a los tutsis por parte de los hutus en Ruanda, cuatro mujeres de orígenes muy distintos se ven encerradas en una bodega subterránea a la espera de que la masacre termine: Mutesi (Bola Koleosho), una mujer tutsi que ha sufrido abuso a lo largo de su vida y usa la ira como mecanismo de defensa; Jeanette (Charmaine Bingwa), una monja tutsi cuya fe es puesta a prueba ante los horrores a su alrededor; Annick (Eliane Umuhire), una mujer embarazada que pese a ser hutu es igual perseguida por ayudar a los tutsis; y Peyton (Ella Cannon), una voluntaria estadounidense con culpas del pasado. Conforme pasan los días, aprenden más una de la otra y se acompañan en espera de que todo termine.

Fuera de unas breves imágenes reales de la masacre presentadas al inicio, el resto de la película transcurre en la bodega con las cuatro mujeres, quienes cuentan con tan solo una pequeña apertura que da a la calle para ver qué pasa afuera. En lugar de recurrir a la violencia explícita, la directora usa los sonidos y las expresiones de las protagonistas para dar una idea de los horribles actos cometidos en el exterior, algo muy efectivo pues la imaginación es a veces más poderosa que las imágenes.

Las actuaciones son sólidas por parte de todo el equipo, principalmente Bola Koleosho, cuya furia es causante de algunas de las situaciones más tensas. Todas tienen su momento para brillar y dejar ver las distintas capas de sus personajes, lo cual ayuda a que la película fluya pese a su único escenario: uno está intrigado por sus historias y por ver cómo aprenden una de la otra. A excepción de dos secuencias innecesarias de sueños que parecen existir más para generar tensión superficial que para abonar a la historia, en general todo avanza bastante bien: hay un buen balance entre los momentos dolorosos y los de sororidad.

También vale la pena destacar el trabajo de fotografía y de diseño de producción, pues logran hacer dinámica una bodega durante casi hora media: pese a ser un espacio reducido uno rara vez tiene la sensación de claustrofobia, y conforme avanza la historia es interesante ver cómo las mujeres lo adecúan de maneras ingeniosas para hacerlo habitable y no perder la cordura.

Pese a sus momentos duros, “Árboles de paz” es una película con un mensaje esperanzador sobre un hecho importante, con un elenco y una historia que mantiene en suspenso al espectador constantemente. Aunque no es fácil de ver y tiene momentos fuertes, es una experiencia que vale mucho la pena.

“Árboles de paz” ya se encuentra disponible en Netflix.