Cuando se estrenó la increíble “Set It Up” y la encantadora “A todos los chicos de los que me enamoré”, mucho se habló de cómo el gigante de streaming podía revivir la comedia romántica, la cual para ese entonces llevaba algún tiempo en el olvido. Sin embargo, varios años han pasado y lo que prometía ser un renacimiento terminó por caer en los mismos vicios que llevaron al hartazgo por este tipo de producciones: clichés descarados, tramas genéricas y una completa falta de corazón. “Desfile de corazones”, del director Filip Zylber, es un gran ejemplo de esta decadencia de lo que fue alguna vez uno de los puntos fuertes de Netflix.
Magda (Anna Próchniak), una periodista obsesionada con su trabajo, viaja de Varsovia a Cracovia para cubrir un festival de perros salchicha, a los cuales les tiene miedo. Allí conoce a Krzysztof (Michal Czernecki), un hombre viudo cuya única compañía es su hijo pequeño, Karol (Iwo Rajski). De ellos aprende poco a poco cómo la vida es mucho más que sólo trabajo, y descubre la posibilidad de encontrar el amor.
A diferencia de “En la Toscana”, que nos ofrece bonitos paisajes y deliciosa comida para el escapismo, o incluso películas como “Tratamiento real”, las cuales aceptan sus limitaciones y las compensan con ridiculez entretenida que raya en el camp, “Desfile de corazones” no ofrece absolutamente nada nuevo ni distintivo: en lugar de Varsovia y Cracovia, podría estar ambientada en Ciudad de México y Guadalajara, o en Nueva York y Alabama, así de genérica es. Si bien la idea del desfile de perritos es interesante en papel, se le da tan poca importancia que su ejecución pasa sin pena ni gloria.
Todo esto sería pasable si la película no cometiera el peor pecado de una comedia romántica: la completa falta de química entre sus protagonistas; en estas historias uno debe creerse que las dos personas sienten tanta atracción una por la otra al cabo de tan solo unos días que les cambian la vida para siempre. Esto se puede lograr tanto con acciones en las cuales uno vea el creciente romance, o con pura química por parte de los actores (el gran ejemplo de esto serían Emma Stone y Ryan Gosling en “Crazy Stupid Love”). Sin embargo, esta producción polaca no tiene ninguna de las dos: el tiempo que pasan juntos Magda y Krzysztof es tan poco, sus conflictos son tratados de manera tan superficial y la química tan inexistente que uno jamás cree su enamoramiento.
Esto no es culpa de Anna Próchniak, quien convierte a su personaje en una digna heroína de comedia romántica, y con gusto la vería en otra producción de este tipo; pero su coprotagonista no es ni interesante ni carismático, y uno termina por conmoverse más de las escenas de Magda con Karol que en cualquier situación con su supuesto gran amor. A esto no ayuda la completa falta de desarrollo de todo conflicto: escuchamos lo importante del concurso de perros, pero solo lo vemos brevemente; sabemos que Magda tiene miedo a los perros, pero se desenvuelve con soltura con el perrito de la familia y jamás vemos a uno realmente atacarla; Krzysztof sueña con dedicarse a la escultura, pero lo vemos haciendo una (a medias) en solo una ocasión.
“Desfile de corazones” es una pieza competente: no está mal actuada, mal grabada ni tiene nada terrible en el departamento técnico. Sin embargo, además de un guion flojo, su falta de interés o amor por su audiencia sí resulta decepcionante para los fans del género o quienes busquen historias tiernas que derritan el corazón, unas cuantas risas y finales felices. Aunque hay peores maneras de pasar el tiempo, esta es una película cuyo mayor defecto es su completa falta de corazón.
“Desfile de corazones” ya se encuentra disponible en Netflix.