Hay momentos hermosos en el cine en los cuales las líneas entre documental y ficción se desdibujan: aquella dicotomía que tiene a las películas divididas en dos aparentemente opuestas categorías se borra y nos da piezas muy ricas a nivel narrativo. En esta curiosa frontera se mueve “Dos estaciones”, un trabajo dirigido por Juan Pablo González cuyos temas son tratados de manera tan honesta y cuya investigación es tan cuidada que lo presentado en pantalla parece sacado de la realidad misma.
María (Teresa Sánchez) es la dueña de una tequilera en Jalisco. Aunque su familia ha trabajado en este negocio por años, hoy todo se ve amenazado por la llegada de empresas extranjeras que empiezan a acaparar injustamente todos los recursos. Esto, sumado a los obstáculos propios de la implacable naturaleza, orillan a María cada vez más a preguntarse cómo sacará adelante a su empresa y su gente.
Teresa Sánchez (“Noche de fuego”) no solo es buena, es brillante. María es una fuerza imparable, una fortaleza cuyas emociones y pensamientos están fuertemente guardados, pero a la cual poco a poco llegamos a conocer en sus facetas más vulnerables. Sánchez carga la película con un personaje aparentemente impenetrable, cuyas pocas palabras y hosca presencia en manos de otra actriz la harían inaccesible, pero a la cual ella convierte en una digna heroína, una mujer que detrás de su dura fachada tiene un gran corazón y muchos sueños por cumplir.
Su poderosa actuación es acompañada por la maravillosa fotografía de Gerardo Guerra, cuyos preciosos encuadres nos transportan a Jalisco y le dan al proceso de hacer tequila la glorificación que merece. Él retrata la fábrica y la tierra de María con mucho amor y respeto, el proceso es mucho más que destilar alcohol: se trata de una tradición a la cual ella le ha dedicado su vida. La cámara de Guerra nos enamora de esta tierra y su gente, al tiempo que le otorga a los cultivos extranjeros un aire lejano y frío. Sus encuadres nunca te sacan de la historia, pues están cuidados incluso en las situaciones más cotidianas.
Se nota la experiencia como documentalista del director Juan Pablo González, cuyo acercamiento a los personajes y a su entorno da la sensación justo de no estar presenciando una ficción. Con ritmo preciso y muy pocos diálogos, construye una atmósfera intimista que nos deja muy claro no sólo quién es María, sino lo que ella y su tequilera significan para el pueblo: es mucho más que una simple empresaria, la gente la considera su familia y ella los protege como tal, una especie de doña Bárbara moderna. Sin necesidad de un villano maniqueo, González nos deja en claro cuáles son las fuerzas antagonistas de esta historia y el mantenerlos sin rostro solo les da un aire más siniestro, una frialdad industrial ajena al campo.
La dirección se beneficia de un guion muy preciso coescrito por González, Ilana Coleman y Ana Isabel Fernández. Juntos siguen la regla del mostrar y no decir al pie de la letra: cada acción expresa perfectamente quiénes son estas personas y qué buscan. Las interacciones entre sus personajes son muy acertadas y los diálogos tienen mucho subtexto. Incluso cuando la película cambia brevemente el foco de María a otro personaje, no se siente como un desvío abrupto, sino un pequeño vistazo de hasta dónde llega su ayuda. El tema de los males traídos por las empresas extranjeras es tratado con mucha sutileza, pero de manera constante, hasta llevarnos a un atrapante clímax.
Como todo buen tequila, “Dos estaciones” se tarda su tiempo en construirse, pero recompensa la paciencia de sus espectadores con un elegante estudio de personaje que fascina y conmueve a la vez. Teresa Sánchez nos entrega un trabajo inigualable en una historia que le hace justicia a su talento y se disfruta lentamente, sorbo a sorbo.
“Dos estaciones” ganó Mejor Actriz en Sundance 2022 y formó parte del Camden International Film Festival 2022.