La situación en Hungría es preocupante. La democracia ha sido reemplazada por un régimen autoritario que controla a los medios de comunicación, obstruye organizaciones libres y utiliza propaganda para glorificar sus reglas y demonizar a inmigrantes. Es fascismo sutil sofocando la libertad de un país. Es por ello que “Erasing Frank” (Eltörölni Frankot) de Gábor Fabricius resuena con mayor fuerza. Nos remite a principios de los ochentas para experimentar la opresión totalitarista detrás de la Cortina de Hierro y así encontrar equivalencias entre el control ejercido en el pasado y el presente de una nación.
Esta supresión es vista desde los ojos de Frank (Benjamin Fuchs), un cantante punk cuya música está vetada. Para silenciarlo, el régimen lo recluye en un hospital psiquiátrico junto a otros activistas. Sin embargo, desde esta posición e inspirado por otra reclusa llamada Hannah (Kincsö Blénesi), continúa con su lucha por la libertad.
Filmada en blanco y negro, “Erasing Frank” nos lleva por un sofocante viaje personal situado en un mundo de tintes distópicos en donde el gobierno controla las voces de su población. Aunque la película no se desarrolla explícitamente en Hungría, forma y fondo evocan a la Europa Oriental de la Guerra Fría, pero las ideas detrás de las herramientas de silenciamiento aquí propuestas bien podrían acomodarse a cualquier periodo.
Frank es un ser con ideales definidos y un temple que las autoridades intentarán quebrar; no sabemos mucho sobre sus antecedentes y esto provoca una desconexión emocional hacia él. La única calidez del filme es generada por las interacciones entre Hannah y Frank, pero en general “Erasing Frank” busca siempre transmitir la desesperanza de un mundo sin libertad. Es fría, calculadora y por su propia naturaleza, desafiante.
La película carece de score porque intenta establecer una conexión íntima con su protagonista: ver a través de sus ojos y escuchar a través de sus oídos sin distracciones o tapujos. Y gracias a eso, y al casting de un cantante underground (Fuchs) en el rol protagónico, es que encontramos una cualidad de no ficción creativa en el desarrollo narrativo: Fabricius nos muestra con detalle los alrededores de Frank para transportarnos a su realidad.Las escenas en el hospital psiquiátrico lucen como pietaje de documental y en los momentos más caóticos, la cámara se mueve frenéticamente de un lugar a otro, emulando el punto de vista del protagonista en su desesperada búsqueda por encontrar a alguien.
Benjamin Fuchs conduce la historia con furia. En el escenario proyecta tal energía que es fácil comprender por qué la gente lo sigue a pesar del peligro que los shows de su banda puedan representar. Fuchs no es un actor profesional, pero la naturalidad en sus reacciones desafiantes o de sospecha le brindan un sello de autenticidad a la historia.
Importante también es Anna (Andrea Waskovics), novia de Frank quien trabaja en el hospital psiquiátrico y busca escapar del país. Está en contra del régimen, pero colabora con ellos en la maquinaria utilizada para mantener el totalitarismo. Es un personaje complejo que opera de manera opuesta a Frank. Mientras él rechaza impulsivamente a cualquier fuerza que quiera amedrentar su libertad, ella lleva una lucha silenciosa y resignada a camuflar su ideología trabajando con el enemigo. A través de Anna, Fabricius provee una faceta distinta del activismo frente al Estado.
“Erasing Frank” es una película de resistencia que juega con la forma de no ficción para crear un entendimiento de cómo opera un sistema autoritario y encontrar las señales de una falsa libertad. Su mensaje no se remite a los ochentas o una época en específico: es universal y vigente en esta actualidad poblada por resurgimientos fascistas en todo el mundo.
“Erasing Frank” formó parte de la competencia del International Film Critics’ Week del Festival Internacional de Cine de Venecia 2021.