En cierto punto de “How to Save a Dead Friend” la directora Marusya Syroechkovskaya, tras sacarnos varias sonrisas, nos advierte: si les gustan los finales felices, es momento de retirarse. Así abre la puerta a una historia trágica sobre las dificultades, ansiedades y desesperanza de crecer en Rusia actualmente.

Su documental retrata la historia de amor de ella y su marido Kimi por más de una década a medida que en el país crecen las actitudes xenofóbicas y las políticas totalitarias. Aunque el contexto sociopolítico solo está de fondo (de manera similar a “A House Made of Splinters”) uno entiende perfectamente la desesperación de Marusya y Kimi, quienes se refugian en su amor, las drogas, la música y sus gatos para abstraerse del mundo. Juntos tratan de sobrevivir el día a día en un ambiente cada vez más hostil mientras sus amigos mueren uno a uno, la mayoría por suicidio o sobredosis.

El documental abre con el funeral de Kimi, lo cual lleva a la directora a hacer un recorrido en el tiempo a través de toda su relación: en 2005, el año que ella a sus 16 años había decidido sería el último de su vida, Kimi llegó y lo cambió todo. Este romance inicial es narrado con muchísimo humor ácido y originalidad: cuando Marusya nos cuenta con cuántos objetos se solía cortar, los ilustra con fotos de stock de gente sonriente usadas en publicidad; para mostrar su boda con Kimi lo hace mediante una presentación de Power Point horrible, con música supercursi y letras espantosas (equivalente a los famosos Piolines de WhatsApp).

Todo este humor e inteligente montaje que captura lo viva que Kimi hacía sentir a Marusya se deja de lado una vez que éste empieza a volverse cada vez más dependiente de las drogas, y la vida adulta les hace perder la esperanza por el mundo a su alrededor. Además de la evolución en los formatos de grabación, el paso del tiempo se nos muestra a través de noticieros donde Putin da mensajes nacionalistas y algunos materiales de archivo de protestas contra extranjeros o logros de Rusia.

Aunque la directora encuentra un propósito en grabar y grabar y seguir grabando, Kimi cada vez pierde más esa chispa que alguna vez la ayudó a aferrarse a la vida. Y ese es el principal valor del documental, el preguntarnos cómo se espera que una persona tenga ganas de vivir cuando su propio país no está interesado en que lo haga, cuando a su propia nación le interesa que siga en el mismo bucle de desolación que le permita caer víctima de promesas falsas de “una Rusia mejor”.

Al inicio del documental Marusya nos dice: “Hay quienes creen que Rusia es solo para los rusos, pero todos saben que Rusia es para los deprimidos”. La directora logra hilar de manera efectiva e ingeniosa el declive de su relación con el de la sociedad rusa. Aunque la segunda mitad nunca logra capturar la originalidad y dinamismo de la primera, lo hace de manera intencional para mostrarnos la pérdida de esperanza. Con bellas reflexiones sobre el amor y la salud mental, recursos audiovisuales interesantes y un tema relevante, “How to Save a Dead Friend” es un documental que todos deberían ver, hoy más que nunca.

“How to Save a Dead Friend” ganó el Gran Premio del Jurado en la Competencia Internacional en DOC NYC 2022.