Hay una buena película oculta detrás de “Joya”, del director Adze Ugah: temas sociales como el racismo, el colonialismo, el privilegio blanco y la masculinidad tóxica se mezclan en un interesante marco social y atmósfera espiritual. Sin embargo, la falta de enfoque y ritmo apresurado (y a ratos incoherente) convierten una serie de buenas ideas en un producto decepcionante.

Tyra (Michelle Botes) es una mujer blanca cuyo trabajo actual consiste en tomar fotos en conmemoración de la matanza de Sharpeville, un acontecimiento ocurrido durante el apartheid en el cual policías blancos atacaron a la población negra, dejando varios muertos y heridos, incluyendo niños. Su vida parece ir sin rumbo, hasta que ve a Siya (Nqobile Nunu K.H.), una mujer negra de quien se enamora a primera vista. Poco a poco, comienzan a pasar más tiempo juntas, pero los resentimientos del pasado y el machismo de la sociedad tratarán de alejarlas una y otra vez.

La historia es interesante y en teoría se presta a un buen estudio sobre distintos y complejos temas en la cultura sudafricana; sin embargo, la hora y veinte de duración se queda corta para abarcar tanto, e incluso lo que se cuenta a veces es abordado de forma confusa y problemática, particularmente la decisión de darle más peso a Tyra que Siya como protagonista. Aunque su viaje es interesante, y sirve para hablar de la culpa blanca, hay muchas situaciones extrañas: su enamoramiento con Siya raya muchas veces en el acoso, se presenta en su casa sin permiso, trata de convencer a su abuela de que la deje ir con ella a Ciudad del Cabo sin consultarle, y la saca a bailar a base de insistencia casi forzada. Además, su actitud de querer salvar y llevarse a Siya de este terrible entorno raya mucho en el tropo del salvador blanco.

Por su parte, Nqobile Nunu K.H hace un gran trabajo pese a la pasividad de su personaje. Aunque la historia varias veces no le dé mucho qué hacer, le saca provecho a sus escenas y es la responsable de la emotividad del final. La relación con su abuela genera las escenas más tiernas de la película, y nos dan una idea de cómo ésta pudo haber sido mejor con Siya como su centro  en vez de ser simplemente el objeto de deseo/causa de sanación de otro personaje.

Aún con todo esto, hay varias cosas que apreciar en “Joya”, particularmente el aspecto místico: a lo largo de la historia hay una profetisa, interpretada por Connie Chiume, que sirve de guía espiritual para Tyra y nos da una idea de los terribles efectos del apartheid en la sociedad sudafricana. Además de las tomas aéreas, que le sacan mucho provecho a los bellos paisajes, hay algunos montajes entre flashbacks ambiguos de la masacre y el presente que forman interesantes secuencias. Sin embargo, estas virtudes no son suficientes para compensar varios cortes abruptos, montajes apresurados e incoherentes, y un guion al cual le quedaron grandes sus temas. Aunque no es del todo terrible, uno no puede evitar salir de la película y pensar en todo el potencial perdido.

“Joya” ya está disponible en Netflix.