En los últimos años, Netflix nos ha traído excelentes películas animadas, sin embargo el nivel de promoción hacia las cintas ha sido bastante desigual y no todas han recibido la misma atención por parte de la plataforma de streaming. Dentro de este segundo grupo nos encontramos a “La cumbre de los dioses”, segundo largometraje del director y animador francés Patrick Imbert (“The Big Bad Fox and Other Tales” de 2017), adaptación del manga homónimo de Jiro Taniguchi basado a su vez en una novela de 1998 escrita por Baku Yamemakura.
La película nos narra en dos tiempos distintos el viaje de dos hombres buscando cumplir una meta considerada por todos quienes los rodean como imposible; tenemos por un lado al fotoperiodista Makoto Fukamichi (voz de Damien Boisseau) quien comienza la búsqueda del alpinista Habu Joji (en su versión adulta interpretado por Éric Herson-Maca y en su juventud por Lazare Herson-Maca), quien lleva desaparecido ocho años y posee una cámara perteneciente al primer hombre que intentó escalar el Monte Everest en 1924 (muriendo en el intento) cuyas fotografías de la expedición podrían cambiar la historia del alpinismo para siempre. Al mismo tiempo seguimos al propio Habu, su historia, sus logros, sus fallos y como busca dejar una huella en el alpinismo con su propia y solitaria escalada del Everest.
En “La cumbre de los dioses” Imbert construye rápidamente un misterio que nosotros los espectadores vamos resolviendo junto con su personaje protagonista: ¿Quién es Habu y por qué desapareció por tantos años? La respuesta la obtenemos poco a poco a través de entrevistas y testimonios de sus conocidos y amigos que nos dan una idea de la personalidad obsesiva y ambiciosa de Habu respecto al alpinismo pero sin otorgar un entendimiento total de su persona. Es hasta el tercer acto, cuando ambos personajes, quienes por cierto son ficticios, se juntan para así permitirnos entender en realidad a Habu, su visión, sus razones y motivos para seguir escalando y llegar hasta donde pocos han logrado llegar.
La cinta no solo sobresale en su narrativa. La animación 2D es impresionante al retratar las maravillas y peligros de algunas de las montañas más famosas del planeta, mientras que los movimientos de los personajes y sus interacciones con el entorno se sienten fluidos. Los cielos estrellados y el contraste entre la paleta de colores fríos, imperante en las escenas de la escalada del Everest, crean un juego cromático interesante con respecto a la calidez de los colores empleados para distinguir a los seres humanos y su paso por los picos nevados de la naturaleza.
El apartado sonoro de la película sobresale desde los primeros minutos donde solamente escuchamos el sonido del viento, casi como si estuviéramos ahí, en la montaña, al lado de Fukamichi y nos zumbara en los oídos. A esto se le suman las avalanchas, rocas, cuerdas, martilleos y todo el resto del instrumental utilizado por los protagonistas de la historia para alcanzar el Monte Everest, lo cual crea una experiencia inmersiva e imperdible.
“La cumbre de los dioses” es un relato honesto y crudo que rinde homenaje a los alpinistas de todo el mundo al tratar de desentrañar, por medio de la introspección de sus personajes, el verdadero motor detrás de este complejo y peligroso deporte. La animación, el sonido y la dirección de Imbert hacen sobresalir la cinta por encima de muchas otras propuestas animadas dentro del vasto catálogo de Netflix.
“La cumbre de los dioses” tuvo su estreno mundial en Cannes 2021, ya se encuentra disponible en Netflix y forma parte de las 26 finalistas que buscan obtener la nominación a Mejor Película Animada en la próxima entrega de los Premios Oscar.