En 1903, Marie Skłodowska-Curie se convirtió en la primera mujer ganadora del Premio Nobel y ocho años después, fue la primera persona en ganar dos Premios Nobel. Sus revolucionarios descubrimientos en el campo de la energía atómica cambiaron al mundo en muchos aspectos. El filme biográfico “Madame Curie” (Radioactive) explora ese legado, positivo y negativo, así como la vida personal de Curie.

La película está basada en “Radioactive: Marie and Pierre Curie, A Tale of Love and Fallout”, novela gráfica de Lauren Redniss que en 2010 deslumbró por su narrativa visual. La directora Marjane Satrapi no es desconocida en el mundo del cómic, pues ella obtuvo una nominación al Oscar por la adaptación de su propia novela “Persepolis”. Aquí, Satrapi intenta hablar de muchos temas relacionados a la vida de Curie, con pinceladas artísticas que hacen alusión al material fuente. Esta mezcla no siempre funciona.

“Madam Curie” comienza en la década de 1890 con una joven Marie Skłodowska (Rosamund Pike) siendo desalojada de un laboratorio por sus complicados estudios de uranio. La científica es despreciada por ser mujer, y nadie le da el apoyo necesario para continuar su investigación… hasta que Pierre Curie (Sam Riley) aparece en su vida. 

Juntos, Marie y Pierre echan chispas en pantalla. Su amor florece y su investigación es un éxito. Al plasmar la relación de estos genios, “Radioactivo” sobresale. La química entre Pike y Riley es magnética y su cariño es palpable. El manejo de la relación es excelente, destacando una escena en la que el estilo único de Satrapi combina a las estrellas con un acto sexual, creando una reacción química y derivando en un exquisito momento audiovisual. 

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La fotografía de Anthony Dod Mantle y música de los hermanos Galperine se entrelazan para crear una vibra etérea y complementaria a la visión de Satrapi, quien busca crear una atmósfera brillante, con tintes neones, casi radiactivos. Esa es una las decisiones estilísticas que mejor funcionan.

No pasa mucho tiempo para que Satrapi comience a explorar las consecuencias del descubrimiento de la radiactividad a través de más chispazos psicodélicos. Por ejemplo, mientras Pierre Curie habla de los peligros de su investigación, Satrapi intercala visuales de la explosión atómica en Hiroshima. Más tarde vemos representaciones del desastre de Chernobyl y la utilización de radiación como terapia para el cáncer. Estas decisiones corresponden a intentar replicar el estilo de la novela gráfica, pero en la película no funcionan. Los vistazos al futuro se sienten forzados y demasiado explicativos. En vez de reforzar la historia, la interrumpen. 

El guión de Jack Thorne (“Wonder”) se siente desbalanceado y no logra explorar con efectividad los temas que propone. Tras la muerte de Pierre, el filme se tambalea y tarda en encontrar un rumbo propio. Hay ideas de espiritualidad que parecen no llegar a ningún lado, y aunque el feminismo es un tópico importante, da la impresión de que Thorne no supo exactamente cómo darle la prominencia necesaria.

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La Marie Curie de Rosamund Pike (“I Care a Lot”) es una persona orgullosa y con muchos defectos, pero su perseverancia y ganas de distinguirse en medio de un mundo machista, son inspiradoras. Pasa de ser una respetada científica a una madre viuda y repudiada por los locales. Pike navega por estas aguas sin problemas, es absolutamente convincente en el papel y su presencia es suficiente para olvidar los baches del guión. El papel de Sam Riley (“Maleficent”) es menor, pero su labor es monumental en el hilo romántico de la historia. Por ahí también podemos ver a Anya Taylor-Joy (“Emma.”) con una sólida interpretación de Irene Curie.

Aunque  llega a ser un filme demasiado ambicioso y tambaleante, la hipnótica actuación de Rosamund Pike y las elecciones estilísticas de Satrapi le dan frescura a “Madame Curie”, y lo alejan de la fórmula convencional para convertirlo en un radiante biopic que celebra la vida de una genio.

“Madame Curie” (Radioactive) ya se encuentra disponible en Netflix en Latinoamérica.