Un año después del estreno de “Good Luck to You, Leo Grande”, Sundance nos trae otra gran película sobre la sexualidad y autodescubrimiento en la tercera edad, una con su propia voz autoral y visión cachonda: “Mamacruz”, película española dirigida por la venezolana Patricia Ortega, y comandada por una maravillosa Kiti Mánver.

Cruz (Mánver) es una mujer católica que trabaja como costurera y vive con su esposo de toda la vida Eduardo (Pepe Quero), quien ya no se fija en ella y más bien la trata como “florero”. Ambos cuidan de su nieta mientras su hija Carlota (Silvia Acosta) persigue su sueño de ser bailarina en Viena. 

La comunicación entre Cruz y Carlota no es la mejor, pues en sus videollamadas podemos encontrar constante fricción. Cruz cree que Carlota debería estar en casa cuidando a su hija y constantemente la cuestiona sobre su decisión de estar en otro país, buscando el placer personal por encima de las responsabilidades familiares. Aunque estas conversaciones son escasas a lo largo del filme, son muy importantes para comprender una relación que es clave en la historia: inconscientemente, Cruz está intentando hacer que su hija tenga la misma vida reprimida que ella tuvo. Pero lo bonito de esta película es que a lo largo de ella, nuestra protagonista comprende todo lo que se ha perdido e intenta recuperar el tiempo perdido. 

El revulsivo en la vida de Cruz llega cuando, tras darle click a un anuncio, un video porno aparece accidentalmente en su tablet. Un vistazo es suficiente para el despertar de su líbido, mismo que poco a poco la lleva a despegarse de la rutina y emprender un dulce camino de deseo, autoexploración y sororidad.

Ortega baña con las dosis justas de erotismo a la película. Los lentos movimientos de cámara y planos detalle del cinefotógrafo Fran Fernández-Pardo son muy importantes para transmitir la calentura de su protagonista (hasta Jesucristo es un Zac Efron para ella). También existe un extraordinario balance entre seriedad y comicidad que permite a la película conservar un aire encantador sin caer en burlas o comedia involuntaria. Asimismo, encontramos una pequeña y perfecta dosis de tensión que existe en forma de culpa religiosa y el miedo perpetuo de Cruz de “¿qué va a decir mi esposo si me descubre”?; se agradece que Ortega no caiga en los tropos repetitivos de ‘vecina súperchismosa’ que echa a perder la diversión. Todo se siente orgánico y auténtico.

Las cosas incluso mejoran cuando Cruz descubre un grupo de terapia sexual en donde puede aprender y compartir experiencias junto a mujeres de su edad. Estas encantadoras sesiones tienen bromas picantes, liberación, porros y borracheras: sirven para recordarle a Cruz la diversión que ha estado ausente de su vida tantos años. Es contagiosa la alegría de estas mujeres pasándola bien.

Desde la manera en cómo cepilla su pelo hasta una mirada ansiosa en misa, Mánver (“Mujeres al borde de un ataque de nervios”) lo hace fenomenal como Mamacruz: es juguetona pero controlada; hay un poco de miedo y culpa en sus gestos pero también curiosidad y añoranza.

El sexo es bueno, el sexo es positivo y tiene la capacidad para traer grandes cambios a nuestras vidas. En este caso, además de placer, es a través del sexo que Cruz enmienda relaciones rotas, forja nuevas amistades y comienza a redescubrir la vida. Al igual que aquella que vemos en su clímax, “Mamacruz” es una luz liberadora que, con mucho encanto, busca derribar tabúes arcaicos y normalizar la necesidad que tienen personas de cualquier edad de disfrutar su sexualidad. 

“Mamacruz” tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Sundance 2023, en donde compite en la sección World Cinema Dramatic. Imagen de portada cortesía de Sundance Institute.