Para muchos espectadores el cine mexicano tiene dos vertientes solamente: la comercial, donde imperan las comedias románticas protagonizadas siempre por los mismos actores, y la vena más “independiente”, aquella cuyas temáticas retratan (según los espectadores casuales) temas de narcotráfico y desapariciones forzadas. Reducir la industria cinematográfica solamente a estas dos “clasificaciones” es denigrar, pues en México se hacen películas de muchos tipos, estilos y géneros diferentes, además de experimentos interesantes con resultados prometedores. Producto de esta experimentación nos llega la cinta “Sanctorum” del realizador poblano Joshua Gil (“La maldad”), mezcla entre documental y cine fantástico donde somos testigos de eventos brutales y extraordinarios.
Hablada en mixe, “Sanctorum” nos cuenta la historia de un pueblo en la sierra sur del país formado por campesinos cuyo único sustento viene del cultivo de marihuana para el cartel de droga local, quienes les pagan miserias a los habitantes del lugar por trabajar jornadas extenuantes en un silencio sepulcral, y además de tenerlos sometidos a través del miedo y la violencia. Tras una tragedia que implica la desaparición de varias personas, el ejército amenaza con invadir el pueblo para acabar con todos aquellos involucrados en el narcotráfico. Mientras esto sucede, un pequeño niño suplica a los espíritus del bosque regresar a su mamá desaparecida sana y salva a casa.
Es interesante cómo funciona esta mezcla entre documental y ficción planteada por Gil. Para empezar la cámara se transforma en una presencia que se siente ajena a esta realidad, es invasiva e incluso, por momentos, uno tiene la sensación de estar espiando a los habitantes del pueblo en momentos de sus vidas que no deberíamos ver. Esto sirve también cuando llegan algunos de los momentos más violentos del metraje pues el director decide encuadrar sus tomas desde lugares donde no podemos hacer otra cosa salvo convertirnos en espectadores del horror. Joshua siempre sabe dónde situar la cámara y eso habla de un gran ojo como director.
Al mismo tiempo (probablemente el elemento más vistoso y celebrado de la película) tenemos la bellísima fotografía, a cargo del mismo director y el cinefotógrafo Mateo Guzmán (“La tierra y la sombra”), que conjuga de manera fascinante la belleza natural alrededor del pueblo y es utilizada para crear momentos fantásticos y aterradores, además de hacer uso de elementos como el cielo estrellado, la oscuridad de la noche y la neblina para sumir al espectador en un mundo bastante inmersivo.
Por otro lado, debe destacarse como Gil nos presenta esta realidad compleja sin morbo y sin recurrir al sentimentalismo, o a mostrarnos violencia extrema solo por hacerlo. El director se mantiene a raya todo el tiempo para presentar solo los hechos; no los juzga y pone en los diálogos de sus personajes (ninguno es actor profesional) los dilemas morales ¿Está bien ayudar a los narcotraficantes? ¿Eso los convierte también en criminales? ¿Qué estás dispuesto a hacer para ganarte el sustento de tu familia cuando lo único que has hecho toda la vida es cultivar? Gil no transforma en víctimas a los campesinos, les da un papel activo y los lleva hacia el cansancio y la necesidad de defenderse de la presencia antagónica: los militares, aquellos que deberían ser sus protectores los terminan persiguiendo debido a sus actividades de supervivencia ¿Dónde están los límites del bien y el mal?
El director construye su cinta entre límites: el de la ficción y el documental, entre lo bueno y lo malo, entre la vida y la muerte. Los elementos sobrenaturales se nos van presentando en pequeñas dosis con naturalidad, permitiendo que la película respire, hasta explotar en un clímax de simbología compleja donde los espíritus del bosque deciden intervenir en los conflictos de hombres, cansados de ver la sangre derramada por intereses egoístas.
“Sanctorum” es una cinta con un apartado visual hermoso, pero eso es solamente la envoltura de un relato complejo que trabaja en varios niveles para que el espectador decida en cuál situarse: o se queda en la anécdota o se interna en lo profundo del bosque, entre xolos y luciérnagas, para comprender la totalidad de la situación.
“Sanctorum” ya se encuentra disponible en cines.