Tres minutos podrían parecer insignificantes, pero pueden ser suficientes para preservar un crucial pedazo de historia. “Three Minutes – A Lengthening” es un portento cinematográfico y un ejemplo del poder de la no ficción creativa en donde la directora Bianca Stigter toma tres minutos de pietaje — los únicos en existencia — del pueblo de Nasielsk (Polonia) antes del Holocausto e intenta alargarlos para darle vida a una memoria y rendir tributo a su comunidad judía.
En 1938, un estadounidense llamado David Kurtz viajó por Europa y durante su paso por Nasielsk, capturó tres minutos de pietaje con su cámara. No sabía que en un año, su población de 3,000 judíos iba a ser reducida a alrededor de 100 sobrevivientes. Y son estas imágenes en movimiento las que Glenn Kurtz, nieto de David, descubriría y llevaría a restaurar 70 años después. Son el único vestigio que tenemos para saber cómo era la vida en ese lugar y de qué tamaño podían llegar a ser las sonrisas de sus habitantes.
Primero vemos los tres minutos restaurados: niños sonrientes se acercan a la cámara para saludar, oscuras sombras moviéndose dentro de un establecimiento, personas saliendo de una sinagoga; algunas partes están a color, otras a blanco y negro. Aunque no es mucho, es suficiente para introducirnos a un mundo olvidado. A lo largo de los próximos 67 minutos, Stigter nos muestra el mismo pietaje una y otra vez, pero ahora realizando un análisis exhaustivo de lo observado y jugando con la edición: se detiene, hace zoom, retrocede, avanza. Es un ensayo cautivador que observa, estudia y conecta pistas para intentar revelar la identidad de las personas a cuadro. Nada es repetitivo y cada segundo cuenta.
El trabajo de investigación es asombroso. Guiado por la narración de Helena Bonham Carter y con ayuda de la sapiencia de Glenn Kurtz, el documental le pone nombre a los rostros, ocupaciones y establecimientos; intenta recrear cómo serían los bailes en el café local; indaga en la historia de algunas personas; nos explica la prominente presencia del color rojo; nos cuenta a detalle el despiadado proceso de detención, reunión, azoto y deportación de sus habitantes judíos; esta desgarradora explicación se realiza mientras Stigter se detiene en la plaza principal, lentamente haciendo zoom en ella hasta solo ver una indistinguible mancha gris en pantalla. La palabra “nazi” nunca aparece; solo son mencionados como “ellos” porque Stigter se niega a manchar este tributo con su presencia. Esto se trata de celebrar la vida de la gente que vivía en Nasielsk.
El documental se detiene en detalles aparentemente triviales para intentar darles un significado y al hacerlo magnífica la importancia de realizar tal estudio. Se nos explica el minucioso proceso de restauración para comprender por qué ciertas secciones no están a color o por qué ciertas secciones se ven más dañadas. Eventualmente, las voces de Kurtz y Carter son acompañadas por las de historiadores, familiares e incluso un hombre que estuvo presente el día de la grabación del pietaje. Él nos ayuda a comprender más sobre cómo la comunidad se olvidó de estructuras sociales y se reunió para presenciar el milagro de la tecnología.
En “Three Minutes – A Lengthening”, Bianca Stigter hace algo mágico: alarga el tiempo. Es como si la cineasta estuviera intentando darle un poco más de alegría a la comunidad de Nasielsk antes de su inevitable exterminio. El filme es una obra maestra que utiliza al medio del cine con ejemplar creatividad y pasión para preservar a la historia y crear un monumento a las memorias y las personas cuya vida fue transformada por la violencia, y no por el tiempo.
“Three Minutes – A Lengthening” formó parte del Festival de Venecia 2021 y del programa TIFF Docs del Festival Internacional de Cine de Toronto 2021.