Existen películas tan amenas y ligeras que se sienten como la vida misma: su honestidad y sencillez le sacan una sonrisa a uno y lo dejan deseando más. Así se siente ver “Trenque Lauquen”, el último trabajo de la directora Laura Citarella, quien logra algo muy difícil: pese a su barroca trama y extensa duración, la experiencia de ver esta historia se asemeja mucho a la de leer una muy buena novela o escuchar un buen chisme, uno simplemente no puede dejar de prestar atención.

En la ciudad de Trenque Lauquen, Laura (Laura Paredes) ha desaparecido. Dos hombres la buscan: su novio de muchos años, Rafael (Rafael Spregelburd) con quien estaba a punto de casarse… bueno, de vivir juntos, “es lo mismo”, dicen ambos cuando se les pregunta; el otro es Ezequiel (Ezequiel Pierri), el encargado de transportarla en sus investigaciones en el lugar. Este es el punto de partida de un viaje a través de la perspectiva de múltiples personajes, cada uno con sus teorías y especulaciones sobre el caso; una búsqueda llena de aventuras y misterios, todas para responder una pregunta: ¿Dónde está Laura?

Contada en 12 capítulos, divididos a lo largo de dos películas, este relato de poco más de cuatro horas de duración es una amalgama de géneros: romance, misterio, drama de época e incluso ciencia ficción se combinan para darnos un entretenido y bastante peculiar relato lleno de giros inesperados y muy interesantes reflexiones sobre las historias y nuestra forma de consumirlas.

Hay que admirar la ambición de Laura Citarella, quien cumple con éxito la tarea de dirigir con soltura una pieza de estas proporciones, no sólo por su intimidante duración sino por la gran cantidad de temas, personajes y tonos por los cuales tiene que pasar. Por suerte, su estrella y coguionista Laura Paredes se suma de lleno a dicho reto y juntas construyen un mundo vasto e ingenioso que jamás deja de sorprender al espectador. Pese a sus 250 minutos de duración, al final uno se queda con ganas de saber más sobre estos personajes y este lugar, de verla de nuevo solo para encontrar respuestas a muchas de las preguntas planteadas, varias de las cuales se quedan intencionalmente sin responder.

El pilar que mueve la historia es la curiosidad: en un momento recurrente se nos narra el origen del término en inglés peeping Tom para los voyeristas, algo que parece acusar al propio espectador: ¿Por qué nos interesa tanto Laura? ¿Nos hemos preguntado si quiere ser encontrada? ¿Qué derecho tienen los personajes de la historia (y, por extensión, nosotros) de meter nuestras narices en algo que ella no quiso contar? Son detalles como estos los cuales enriquecen el discurso de Citarella y Paredes, quienes inteligentemente nos muestran quién es su protagonista a través de las historias y relatos de otros. Para cuando nos revelan su verdadero punto de vista, tanto la fotografía como el tono cambian, y se fuerza al público a reflexionar sobre su propia relación con ella.

Pese a estar dividida en dos partes, en realidad se trata de una sola historia que debe disfrutarse en su totalidad: A diferencia de “The Souvenir”, ninguna mitad de “Trenque Lauquen” resulta realmente satisfactoria sin tener el panorama completo: más que parte uno y parte dos, se trata de una gran película separada por un intermedio. 

Esto para nada significa monotonía, de hecho cada parte de “Trenque Lauquen” tiene su propio misterio secundario: una obsesión oculta de Laura que vamos descubriendo. Ambos enigmas son interesantísimos: involucran humor, erotismo, cartas escondidas, teorías de conspiración e incluso una criatura sobrenatural. Sin embargo, el mayor acierto de estas subtramas es ser reflejo de la gran historia, solo que en ellos Laura es la espectadora y sus objetos de estudio son los personajes cuya privacidad ella invade.

El guion de las Lauras usa estas sutilezas para transmitir su mensaje, confiando en la capacidad de la audiencia de hacer las conexiones sin necesidad de remarcarlas. Los personajes vienen y van, algunos aparecen únicamente en una de las viñetas, pero la duración de éstas permite que los conozcamos lo suficiente como para sentir su ausencia más adelante en la trama; hablan y hablan, muchas veces dando pequeñas pistas de los acontecimientos por venir, pero con mucha naturalidad. Hay bastante por apreciar en esta historia, lo cual le da un mayor valor con múltiples vistas.

El otro gran protagonista es la brillante música de Gabriel Chwojnik, la cual es fundamental en establecer el tono de la película: gran parte del tono relajado y llevadero es gracias a ella, y es la pieza principal para la transición de género en género, sobre todo al de ciencia ficción con una composición digna de un episodio antiguo de la dimensión desconocida: puede que nada raro esté ocurriendo en pantalla, pero la música nos señala lo contrario.

En el resto del departamento técnico, la directora mantiene mucha sobriedad, nunca llamando atención a la propia obra y dejando que ésta fluya con la audiencia. Si bien la fotografía a ratos podría parecer sencilla e incluso un poco descuidada en ciertos movimientos, un cambio de perspectiva al final nos muestra la intención detrás de este enfoque, lo cual suma al discurso de nuestra obsesión por saber sobre Laura aún en contra de su voluntad. Otro acierto del trabajo es el jugar con lo invisible, las cosas que no salen a pantalla para picar la curiosidad del espectador y mantenerlo expectante. 

El final, tanto de la historia principal como de sus subtramas, puede resultar frustrante e incluso incompleto para algunos; sin embargo, es coherente con el mensaje dado a lo largo del trabajo, y una vez que uno le encuentra el sentido de las piezas del rompecabezas el resultado es gratificante. “Trenque Lauquen” exige mucho de su audiencia y muchas veces ésta puede preguntarse a dónde va todo esto, pero lo mejor es solo sentarse y dejar que, como la vida misma, pase y te sorprenda.

“Trenque Lauquen” compitió en la sección Orizzonti del Festival de Cine de Venecia 2022.