Es normal que por momentos nuestra mente nos empiece a atacar con escenarios imaginarios y principalmente negativos, pero casi siempre se quedan en eso, en simples ilusiones, y lo interesante de Emptiness, dirigida por Onur Karaman, es que su protagonista no solo tiene invadida su cabeza de voces y mucho ruido, sino también su entorno es un desastre misterioso que la hace dudar si lo que vive es un espejismo o es la realidad.
Suzanne (Stephanie Breton) está preocupada por la inexplicable ausencia de su esposo, sin embargo, Linda (Julie Trépanier) y Nicole (Anana Rydvald) tratan de persuadirla para que no lo busque más. Al parecer nadie sabe del paradero de su marido, pero de lo que las tres están seguras es que cosas paranormales están pasando en la casa. Todo parece indicar que la desaparición del esposo de Suzanne está causando estragos mucho más fuertes de lo percibido.
Fantasia Fest siempre logra cautivar al espectador con películas propositivas y desconcertantes, tanto por el armado narrativo ambiguo como por los recursos técnicos enfocados en crear sensaciones que pocas veces provoca el cine de alto presupuesto. Emptiness es desconcertante y lo podemos notar desde la primera escena donde una mujer está encerrada en un cuarto oscuro y con una desesperación enorme por salir de donde sea que esté. A partir de ahí, durante la hora con quince minutos que dura, la película no da tregua a la provocación de inquietud y curiosidad por lo que ocurre alrededor de la protagonista y las otras dos mujeres que la acompañan. Suzanne está decidida a encontrar a su esposo desaparecido, pero ¿por qué, al parecer, nadie quiere que lo encuentre? ¿Está vivo, muerto, la abandonó, o qué sucedió con él?
La interrogante se resuelve a fuego lento a través de la mezcla de imágenes en blanco y negro con algunas otras teñidas de rojo que despistan a la audiencia. Las primeras indicas que estamos presenciando la realidad de la protagonista, la cual nunca deja de ser oscura y melancólica, y por el otro lado, las rojas nos transportan a un lugar sombrío y alterno, desde donde el mal acecha y manipula a los personajes. La cinta utiliza estos recursos y algunos otros como los jumpscares de forma sutil, por lo que sella un estilo minimalista: espacios decorados con pocos elementos y fotografía que cuida la simetría, y para muestra explícita de ello es el final, en el que Suzanne se rinde ante el poder de la fuerza antagónica.
La historia y la fotografía de Emptiness es complementada por una construcción sonora basada en ruidos sofocantes como gritos y latidos a todo volumen, que sin duda causan estrés. Con todo esto, Karaman demuestra que no es necesario tener grandes recursos económicos, sino una valiosa y propositiva idea que tenga como objetivo retar e incomodar al espectador. En definitiva es una película que no es suficiente con verla una sola vez, ya que con cada visionado revela más secretos o plantea más confusiones, de esas que vale la pena meditar un rato.
“Emptiness” formó parte de Fantasia Fest 2023.