¿Cómo ver directamente hacia los ojos de un animal y no sentir nada por su vida? ¿Cómo podemos creernos dueños de la naturaleza sin tener una pizca de remordimiento por el dolor que provocamos a estos seres, claramente conscientes? En su nueva película, “EO” (titulada así por el sonido que hacen los burros), el maestro polaco Jerzy Skolimowski, ya en su octava década de vida, se inspira del clásico “Au Hasard Balthazar” de Robert Bresson y utiliza un exquisito toque experimental para crear una reflexión poderosa e hipnótica en torno a estas preguntas, la vida animal y la interminable crueldad humana.
Eo es el nombre del asno titular (interpretado por Hola, Tako, Marietta, Ettore, Rocco y Mela, seis diferentes burros actorazos), a quien conocemos por primera vez en medio de un acto circense inundado por luces estroboscópicas (gran manera de señalar el excéntrico viaje que estamos a punto de experimentar). A pesar de la explotación, Eo cuenta con el amor de Kassandra (Sandra Drzymalska), una de las artistas del circo; por ello, cuando protestantes contra crueldad animal logran liberar a las criaturas del circo, tenemos sentimientos encontrados por nuestro noble burrito: no será explotado más en este lugar pero, ¿a dónde irá? ¿Podrá volver a recibir el cariño que Kassandra le mostró? Eo entra a un remolque y así comienza su aventura por Polonia.
El bello animal cambia de manos muchas veces a lo largo del filme: pasa por una granja de caballos, es traficado en el mercado negro, momentáneamente se convierte en el héroe de los ultras de un club local de fútbol y hasta sale del país. Y a lo largo del recorrido, Eo nunca logra escapar de la explotación, por lo menos no del todo. Es como si su destino fuera el estar atrapado en un círculo de indiferencia.
En vez de enfocarse únicamente en que empaticemos con nuestro inocente protagonista y comprendamos el valor de su vida como, por ejemplo, la transformativa “Gunda” propone, “EO” une esa noción con un estudio del ser humano. Si bien la indiferencia y crueldad hacia los animales es el centro de dicho estudio, Skolimowski utiliza cada pequeña aventura de Eo para plasmar, con un toque ligeramente caricaturesco, algún aspecto de la sociedad polaca, desde el nacionalismo hasta el elitismo.
Es debido a lo anterior que la película pierde un poco de poder en cuanto a su mensaje animalista pero igual funciona como una poderosa y sensible invitación a pensar sobre nuestro trato a los seres vivos. “EO” nunca es manipuladora, tampoco es tan inmersiva y animalista como la ya mencionada “Gunda”, ni tan directa y devastadora como “Okja”. Inevitablemente, también debemos mencionar que, a pesar de todas sus buenas intenciones, la película se contradice en su mensaje (manifestado en los créditos con la leyenda “El bienestar de los animales en set fue nuestra primera prioridad, y ningún animal fue lastimado al hacer esta película”) durante la devastadora escena de los zorros, en donde, sin importar lo mucho que se haya protegido su bienestar, los animales claramente lucen aterrados. La película fue realizada con un cierto grado de explotación animal, quiera Skolimowski admitirlo o no… pero eso también sugiere la pregunta ¿Si la escena crea un impacto animalista, está justificada su realización? Como muchos otros elementos de este fascinante filme, las respuestas pueden ser muchas y muy variadas.
Pareciera que, para plasmar la personalidad de Eo, Skolimowski desarrolló su propio lenguaje audiovisual, uno con tintes impresionistas y empatía como su núcleo, y forjado a partir de una potente edición de Agnieszka Glinska. El director nos mantiene en el mismo nivel que Eo, es decir, sentimos su confusión mientras es llevado de un lado a otro, sin contexto o explicación; el formato casi episódico de la película puede confundir o decepcionar al espectador, pero es una manera astuta de representar la vulnerabilidad de la criatura protagónica, siempre indefensa ante la explotación humana. Esto también se manifiesta a partir del uso del color rojo como motif visual de la película; Skolimowski lo presenta en la primera escena y lo continúa utilizando esporádicamente como una perpetua señal de alerta ante la interminable indiferencia y crueldad humana.
Este audaz lenguaje audiovisual también se manifiesta a partir de la fotografía radical de Michael Dymek que juega con los encuadres de Eo para plasmar su estado emocional, su conciencia del cruel mundo que le rodea, la belleza de los efímeros momentos de libertad o su anhelo por sentir de nuevo el cariño de Kassandra — la sensorial escena en donde la chica acaricia a Eo se queda flotando a lo largo de toda la película, como recordándonos que todos los animales quieren y son merecedores de cariño. También encontramos constructos mucho más surreales, como un rave en el bosque y un perro robot, que le agregan capas y capas a un filme con muchísimas lecturas.
“EO” es el choque entre un alma pura y la crueldad humana. A pesar de sus 84 años, Jerzy Skolimowski ha forjado un filme que se siente fresco y joven, cuya naturaleza impresionista está encaminada hacia comunicar un importante y compasivo mensaje de amor hacia los animales y la naturaleza.
“EO” obtuvo el Premio del Jurado en Cannes 2022 y formó parte de la programación del Festival Internacional de Cine de Morelia 2022. Es la selección de Polonia para el Oscar Internacional 2023.