La historia de Sudán y Sudán del Sur es una en donde abundan los conflictos políticos, sociales, étnicos y religiosos. Incluso ahora, mientras escribo esto, hay un conflicto interno rugiendo en el país del norte. Es por ello que, sin importar que su trama se desarrolle entre 2005 y 2011, Goodbye Julia de Mohamed Kordofani se siente tan importante y actual: su astuto retrato de las divisiones que existían en la Sudán posguerra civil y pre independencia de Sudán del Sur, nos ayuda a entender el caos que aún permea en el territorio.

La película inicia en el Jartum de 2005 y sigue la relación entre dos mujeres de religiones y trasfondos sociales muy distintos cuyo destino se entrelaza a partir de una tragedia. Mona (Eiman Yousif) es una mujer musulmana adinerada y excantante que vive en el norte junto a su celoso esposo Akram (Nazar Gomaa). Del otro lado tenemos a Julia (Siran Riyak), una mujer de escasos recursos originaria del sur que, junto a su esposo Santino (Paulino Victor Bol) e hijo Danny (Louis Daniel Ding), acaba de ser desalojada de su casa debido a la intolerancia de sus vecinos musulmantes. 

Un día mientras pasa por la vivienda improvisada en donde viven Julia y su familia, Mona accidentalmente golpea a Daniel con su carro pero al ver a un acelerado Santino pedir ayuda, entra en pánico e intenta huir, esto también producto del ambiente de paranoia social impulsado por su esposo. Enojado, Santino sigue a Mona hasta su vivienda en donde Akram lo está esperando con escopeta en mano. Mona no dice la verdad de lo que hizo y Akram mata a Santino. Con ayuda de un vecino y las conexiones que Akram tiene en el departamento de policías, el caso es ocultado. Pero Mona no puede con la culpa, así que busca a Julia, quien no sabe que su esposo fue asesinado y cree que simplemente la abandonó, y le ofrece trabajo como su sirvienta. Todo esto ocurre en un feroz primer acto que Kordofani dirige con total autoridad para crear una tensa red de mentiras que en cualquier momento podría desatar una peligrosa reacción en cadena.

La complejidad de Goodbye Julia simboliza el ambiente sociopolítico de Sudán y el choque entre el norte y el sur. Kordofani hábilmente desarrolla a personajes tridimensionales y entrelaza ideas sobre racismo, esclavitud, culpa y maternidad a partir de un guion cautivador que maneja con sensibilidad el contexto político para que nunca opaque su historia, y una soberbia fotografía, a cargo de Pierre du Villiers, que potencializa el impacto de las escenas clave.

Tal vez el elemento más destacado del guion de Kordofani es cómo justifica la magnitud y desarrollo de la mentira central a partir de una crítica a la represión religiosa y patriarcal, pues conforme avanza la película, aprendemos que mentir para Mona es casi como un instinto forzado de supervivencia, acrecentado como consecuencia de vivir con un esposo controlador. Eiman Yousif es magistral en el papel, no solo transmitiendo el peso emocional de la culpa que carcome a Mona sino también el júbilo que siente cuando desafía las órdenes de Akram. Siran Riyak no se queda atrás; aunque su actuación es más sutil, su poder incrementa exponencialmente tras escuchar una revelación en el tercer acto.

Goodbye Julia presenta una metáfora emotiva y fascinante de la relación entre el norte y el sur de Sudán, una en donde el racismo institucional juega un papel clave y las mentiras son utilizadas para crear, nutrir o destruir relaciones. Kordofani construye un brillante y complejo entramado cuya reconciliación y paz ofrecida por los personajes femeninos es constantemente ofuscada por la intolerancia y represión de los masculinos. 

“Goodbye Julia” ganó el Premio Libertad en Cannes 2023 y es la selección de Sudán para el Oscar a Mejor Película Internacional 2024.