La frase que Hundreds of Beavers ha estado impulsando en su marketing la compara directamente con los Looney Tunes. Esta es una afirmación sumamente acertada: la nueva película del director Mike Cheslik es una muy ingeniosa aventura que usa la estética y técnicas del cine mudo, el tono caricaturesco de Bugs Bunny y muchísima inteligencia para contar la lucha de un hombre por sobrevivir contra una horda de castores. Lastimosamente detrás de su gran humor y creatividad se esconde una historia problemática de apología a la caza.

Jean Kayak (Ryland Brickson Cole Tews) es un vendedor de aguardiente de manzana que se levanta un día y ve su fábrica en ruinas. Solo en medio de la nieve, tiene que cazar conejos, mapaches y otros animales para sobrevivir; pero sus mayores rivales son los castores, quienes hacen todo lo posible por detenerlo.

De entrada, la experiencia de ver Hundred of Beavers es sumamente dinámica. Cheslik y su equipo encuentran formas muy creativas de mantener el humor a tope, con un nuevo chiste a cada momento. La forma en que usan los códigos visuales del cine mudo les permite crear secuencias loquísimas y sets impresionantes con un presupuesto limitado. Todo, desde las trampas del protagonista hasta una base secreta de castores, es visualmente llamativo e ingenioso.

Otro acierto es el uso de botargas para representar a los animales, lo cual atenúa la violencia y ayuda al tono de dibujo animado de la historia. En esta película, los animales son decapitados, destripados, empalados y asesinados de mil y una formas, pero el hecho de que sean botargas (con ojitos de tache incluidos cuando mueren) hace que la audiencia lo vea como una farsa y no verdaderas matanzas.

Esto nos lleva al siguiente punto: la historia en sí. Todo en Hundreds of Beavers es tan llevadero y astuto que es imposible no sorprenderse ante su ambición e impecable técnica. Sin embargo, cuando uno analiza la historia, realmente se trata de un hombre que mata cientos de animales para conseguir dinero y amor. Lo que hacía divertido a los ya mencionados Looney Tunes es que el cazador nunca realmente mataba a su presa: el chiste estaba en ver cómo Bugs Bunny, el correcaminos o Piolín siempre encontraban la forma de humillar a sus atacantes de formas divertidas y llenas de humor físico ingenioso.

Acá la historia comienza así y es chistosísimo, pero en algún punto el guion convierte a nuestro protagonista en un héroe y trata de antagonizar a los castores, lo cual es confuso porque quien debería ser el villano es posicionado por la película como la víctima de unos seres cuya maldad deriva de ¿no dejarse cazar? Aunque todo sea muy caricaturesco, los animales sean botargas de felpa y el filme no se tome muy en serio, sigue siendo algo importante sobre lo cual reflexionar, sobre todo en un mundo que sigue viendo a los animales como seres de los cuales podemos aprovecharnos, como lo mostró el cine recientemente con Guardianes de la Galaxia o como acabamos de ver en Colombia con el cruel asesinato de dos chimpancés

Con todo el cuidado, pasión, humor e inteligencia que tiene Hundreds of Beavers resulta un poco decepcionante el ver al servicio de qué tipo de historia está. Había muchas maneras de aprovechar la comedia física y la premisa de una manera que no resultara tan especista. Aun así, vale la pena verla por su ingenioso uso de los recursos, sobre todo cineastas interesados en hacer cine independiente de forma creativa. Claro, esperemos que la usen en historias que no provoquen risas a costa de la dignidad de otros seres vivos.

Hundreds of Beavers” se presentó en el Fantasia Fest 2023.

Foto de portada cortesía de Fantasia Fest 2023.