El cine de terror ha usado varias veces a personajes infantiles para provocar miedo en los espectadores. Se trata de un recurso efectivo pues modifica completamente los comportamientos asociados a los niños (inocencia, felicidad, amor y bondad) para darles un giro retorcido. Empleando referencias como Regan en The Exorcist o Damien en The Omen, el director noruego Eskil Vogt nos entrega Juegos Inocentes (The Innocents), un perturbador relato sobrenatural sobre cuatro pequeños niños y sus peculiares habilidades.

Ida (Rakel Lenora Petersen Fløttum) es una niña de nueve años recién llegada a un gran complejo de departamentos con su hermana Anna (Alva Brynsmo Ramstad), quien padece de autismo, y sus padres (Ellen Dorrit Petersen y Morten Svartveit). La mudanza tiene lugar durante las vacaciones de verano, por lo mismo casi no hay gente en el lugar y esto permite a las hermanas explorar los edificios y bosques cercanos a su nueva residencia. Una tarde conocen a Ben (Sam Ashraf), un niño con problemas en casa, y Aisha (Mina Yasmin Bremseth), una pequeña con mucha imaginación. A lo largo del verano los cuatro amigos solitarios van descubriendo que tienen poderes como telequinesis o telepatía, sin embargo las cosas se ponen peligrosas para ellos cuando distintos eventos sobrenaturales comienzan a suceder a su alrededor.

El guion, escrito por el mismo Vogt (The Worst Person in the World), se toma su tiempo para presentar y desarrollar a los personajes y la situación a su alrededor, eso los dota de una personalidad consistente durante toda la película y nos ayuda a entender sus decisiones y motivaciones cuando comienzan a explorar juntos sus poderes. Es destacable la forma en que Vogt escribe a los niños: sus interacciones, juegos y conflictos se sienten auténticos, llenos de inocencia pero a la vez permeados por una crueldad latente. La cinta pone en jaque a los personajes y pese a tratarse de pequeños niños los hace tener conflictos morales sobre el bien y el mal, algo interesante para un filme con protagonistas infantiles.

Las actuaciones de todos los niños son extraordinarias, especialmente Alva Brynsmo Ramstad cómo Anna, pues el personaje carece de diálogos durante gran parte de la película, de esa forma la joven actriz debe transmitir grandes cantidades de información a través de sus movimientos corporales, expresiones faciales y miradas.

La cinta también logra destacarse en sus apartados técnicos: la fotografía de Sturla Brandth (Otra Ronda) emplea movimientos de cámara lentos y sutiles para ir acentuando los aspectos sobrenaturales de la historia, además le da ciertas características propias de un laberinto al complejo de departamentos donde sucede la acción; por otro lado el diseño sonoro jamás llega a sentirse caricaturesco (pese a tratar temas como los poderes telequinéticos) y en cambio ancla a la realidad todo el relato de Vogt.

El horror que propone el director se aleja de los lugares comunes del género (con jumpscares constantes) para ir más en la vena de cintas como Midsommar de Ari Aster o The Witch de Robert Eggers dónde se plantean situaciones cotidianas rodeadas de un peligro sobrenatural latente a descubrir por nuestros protagonistas durante el tercer acto. Por otro lado es importante mencionar que la película puede afectar de forma significa a ciertas audiencias sensibles a temas como el maltrato animal o el abuso infantil, elementos presentes en la historia de forma justificada y no por el capricho de generar un shock en los espectadores.

Juegos Inocentes es una película de terror propositiva que se toma su tiempo para colocar cada una de sus piezas en el tablero, es una historia que paulatinamente utiliza las potentes interpretaciones de sus jóvenes protagonistas para captar nuestra atención, y a sus valores de producción para perturbar nuestros nervios. La propuesta del director Eskil Vogt es arriesgada pero vale completamente la pena si se le da la oportunidad.

“Juegos Inocentes” ya se encuentra disponible en cines.