Es difícil separar al deporte de la política. A veces es utilizado para manipular y crear propaganda (véase lo que hace Arabia Saudita actualmente) pero también puede ser una fuente orgánica de nacionalismo que llega en el momento perfecto para unir a un pueblo. Uno de estos casos es retratado por Ove Musting en el drama deportivo histórico “Kalev” sobre el equipo estonio del mismo nombre que en 1990 desafió la opinión pública para participar en el que terminaría siendo el último campeonato de baloncesto de la Unión Soviética.
Entrenados por el duro pero carismático Jaak Salumets (Mait Malmsten), el equipo de Kalev representa a toda Estonia, país al borde de la independencia y por lo mismo, aunque los jugadores solo quieren llevar a cabo la profesión que aman para ganarse la vida, existe enorme presión para que no participen en el torneo de la URSS. Es por ello que cuando aceptan el reto, tienen la obligación de salir campeones: es una oportunidad para humillar al territorio del cuál se están independizando.
Por momentos, “Kalev” es frustrante por el irregular desarrollo de sus personajes, particularmente el del capitán Aivar (Reims Sagor), sin embargo, el guion hace un buen trabajo enfocándose en el equipo como un conjunto y cómo cada pieza del mismo trabaja de manera orgánica para sacar adelante las victorias, sin importar su jerarquía.
Musting remedia las falencias de su guion con ayuda de una edición rápida y suficientes elementos narrativos —amenazas, lesiones, dilemas morales, problemas personales— para mantener tu atención plena. Asimismo, el cinefotógrafo Rein Kotov hace un trabajo excepcional inyectando emoción e intensidad a los partidos de baloncesto. El resultado es un crowdpleaser dinámico que destaca el valor del deporte para inspirar a naciones enteras, y, de paso, es también una gloriosa celebración de un logro ligado a la independencia de un país.
“Kalev” es la selección de Estonia para el Oscar de Mejor Película Internacional 2023. Imagen de portada cortesía de Festival Scope Pro.