A principios del Siglo XX, el gobierno de Estados Unidos le cedió a la tribu Osage una parte del territorio de Oklahoma junto con todos sus recursos naturales; para sorpresa de todos, los Osage descubrieron petróleo en el condado y comenzaron a explotarlo, esto trajo a la región grandes riquezas pero también un mal terrible de la mano de una oleada de hombres blancos buscando dinero fácil. En este contexto se desarrolla Los asesinos de la Luna (Killers of the Flower Moon), la más reciente película de Martin Scorsese, un thriller despiadado y doloroso sobre el amor, la ambición desmesurada y la codicia.

Ernest Burkhart llega a la Nación Osage para reencontrarse con su tío William Hale (Robert De Niro), una figura importante y respetada por los nativos. Con el tiempo, Ernest se casa con Molly (Lily Gladstone), una rica heredera Osage. Desgraciadamente para la recién formada familia, las hermanas de Molly, sus amigos y vecinos comienzan a morir en extrañas circunstancias, esto desata una conspiración rodeada de corrupción que lleva al agente del recién formado FBI, Tom White (Jesse Plemons), a intervenir para descubrir a los responsables de los asesinatos.

Scorsese y Eric Roth (Dune), escritores del guion que adapta el libro de David Grann, no intentan ocultar a los maquinistas detrás de toda la conspiración. Los asesinos de la Luna no se trata de descubrir a un culpable, más bien construye un detallado estudio de sus personajes para explorar temas como la corrupción del poder, el amor y deber familiar y la traición cargada de culpa. Cada uno de sus protagonistas funciona para desarrollar estas temáticas universales en un contexto histórico y social muy particular.

Los asesinos de la Luna también explora el tema del colonialismo y despojo padecido por los pueblos originarios de Norteamérica a través de los años. Desde el comienzo se establece que los Osage perdieron su hogar ancestral a manos del gobierno, varios personajes blancos se refieren a ellos como “criaturas dóciles y bondadosas” e inclusive vemos que pese a ser millonarios, los Osage no tienen el control de su dinero, “requieren” tutores blancos para acceder a sus fondos, cada uno de sus gastos es cuestionado con meticulosidad y el Estado los considera “incompetentes”. Por otro lado, cuando comienzan los asesinatos, vemos la falta de interés por parte de las autoridades para resolver los crímenes. Secuencias y momentos como estos sirven para ejemplificar el trato inhumano hacia los nativos americanos por parte de la sociedad estadounidense.

A diferencia de muchos de los otros protagonistas de la filmografía de Scorsese, Ernest jamás deja de ser un simple peón, una marioneta controlada por alguien mucho más poderoso e influyente, y Leonardo DiCaprio (No miren arriba) interpreta a la perfección el papel de pelele codicioso con aires de grandeza; sus escenas con De Niro son un duelo actoral tremendo donde genuinamente podemos ver incomodidad y temor en el rostro de DiCaprio, esto contrasta con otros momentos donde aparentemente tiene el control de la situación pero aún así recurre a los gritos e insultos con tal de conseguir sus objetivos. 

Robert De Niro (El irlandés), entrega un personaje aterrador e imponente sin necesidad de recurrir a grandes monólogos, exabruptos o gritos; aquí el actor está contenido, transmite todo el poder y alcance de Hale a través de acciones sutiles y miradas calculadoras que parecen analizar cada situación con minuciosidad; muchas de sus escenas te mantienen al borde del asiento, esperando una reacción explosiva que jamás llega a concretarse por parte del intérprete.

Una de las grandes críticas al cine de Scorsese es el trato a los personajes femeninos, los cuales casi siempre cumplen un papel terciario en la historia, desafortunadamente Lily Gladstone (Certain Women) continúa con ese patrón. Su actuación es extraordinaria y tiene momentos sumamente intensos y dolorosos, su Molly Burkhart funciona como una brújula moral del deber familiar, sin embargo el guion la reduce a ser una víctima pasiva que sufre constantemente. Jesse Plemons (El poder del perro), por otra parte, tiene muy poco tiempo en pantalla y se siente algo desperdiciado en un papel que tenía mayor relevancia en el texto de Grann.

Como ya es costumbre, Scorsese dirige con precisión cada uno de los apartados técnicos y saca lo mejor de todos ellos, especialmente de la fotografía de Rodrigo Prieto (Barbie), en su cuarta colaboración con el director, pues la mayor parte del tiempo ambos logran generar muchísima tensión en el espectador a través de planos holandeses y extreme close-ups. Por su parte Thelma Schoonmaker, montajista de cabecera de Scorsese, transforma meses en segundos y años en minutos, su edición le da ritmo y dinamismo a la cinta, no permite que caiga en ningún momento.

Los asesinos de la Luna es muy similar a El irlandés: no solamente se trata de épicas monumentales de más de tres horas de duración, también son películas íntimas sobre Estados Unidos y cómo a lo largo de su historia se han venido repitiendo patrones de violencia, asesinato y corrupción; tal vez lo más importante de todo, es que se trata de relatos olvidados por los libros de historia que necesitan ser recordados. 

“Los asesinos de la Luna” ya se encuentra disponible en cines.

Imagen de portada cortesía de Apple TV+.