En los últimos segundos de “Los conductos” de Camilo Restrepo, un fragmento de la Elegía a “Desquite” de Gonzalo Arango aparece en pantalla. Los versos del poeta nadaísta ayudan a hacer sentido del laberinto fílmico y largometraje debut del director colombiano, y así aterrizar su discurso social, mismo que está nublado por su propia naturaleza experimental.

El filme está “libremente inspirado” en la verdadera historia de Luis Felipe “Pinky” Lozano, quien, tras haber pertenecido a ella 8 años, huyó de una secta religiosa que generaba dinero a través de actividades ilegales. Pero el trauma se apoderó de Pinky, quien soñaba con asesinar al gurú o “Padre” de dicha secta para así cobrar venganza y prevenir el sufrimiento de más personas. “Los conductos” representa esta historia y también funciona como una especie de terapia para el individuo que la vivió, pues el propio Pinky interpreta el rol protagónico.

Todo lo anteriormente descrito no es plasmado a través de una construcción dramática convencional. Filmando en 16mm, Restrepo utiliza un complejo lenguaje audiovisual que incorpora aspectos documentales, colores vibrantes y una estética que llega a recordar al pop art. Es un collage alucinógeno y sensorial que definitivamente provee ser desafiante para el espectador.

Entre la psicodelia en despliegue, encontramos a un protagonista buscando romper un círculo vicioso (no es coincidencia que encontremos la prominencia de figuras circulares a lo largo del filme), mismo que refleja la realidad de un país violento en donde la juventud es inevitablemente arrastrada a un futuro de crimen y dolor. Y aunque la ubicación es Colombia, todo esto fácilmente podría aplicarse para otros países en Latinoamérica.

Y al final, esa pieza clave del rompecabezas es José William Aranguren, también conocido como “Desquite”, un brutal asesino serial sin ideales que “mataba por matar”. En su poema, Arango argumenta que tal vez en otra vida, en otro país menos violento, Desquite podría haber sido algo más que un asesino. 

En “Los conductos”, Pinky tiene un encuentro con Desquite (Fernando Usaga Higuíta). ¿Podrá evitar convertirse en él? ¿En otro hijo de Colombia que “matará hasta el fin porque es lo único que sabe”? Restrepo busca que reflexionemos cómo individuos desprotegidos y olvidados por el Estado son presas fáciles de la violencia y los organismos (como la secta de la que escapó Pinky) que alimentan el ciclo vicioso. Porque mientras la sociedad siga olvidando a sus hijos y, como dice el poema de Arango, les “nieguen el derecho a ser hombres”, la sangre continuará corriendo por las calles.

“Los conductos” obtuvo el premio de Mejor Ópera Prima en el Festival de Cine de Berlín 2020. Se estrenará el 29 de abril en Film at Lincoln Center en Nueva York.