La comedia burda no es mala en sí misma: a veces este tipo de humor es una gran herramienta para tratar, mediante la farsa y la exageración, temas importantes y poco digeribles. Muchas más hormigas entre las piernas no es uno de estos casos: su director, Granz Henman, se olvida que lo gracioso en este tipo de trabajos no viene de lo grotesco en sí o de qué tanto provoca shock, sino de cómo en medio del absurdo los creadores encuentran honestidad y generan conexión con la audiencia.
Charly (Tobias Schäfer) y Paula (Cosima Henman) son mejores amigos, están en su último año de preparatoria y ambos son vírgenes. Un día les cae un rayo y permanecen aparentemente ilesos, salvo por un detalle: a la mañana siguiente sus genitales les hablan, exigiendo que tengan sexo lo antes posible. Esta urgencia mezclada con la vergüenza propia de la adolescencia los aleja más y más. ¿Acaso su despertar sexual significa el fin de su amistad?
Hay varios temas interesantes en esta película, sobre todo la misoginia y doble moral respecto a la sexualidad. Cuando Charly tiene una erección en pleno auditorio, se vuelve el más popular y es alabado por sus compañeros por haber sido tan valiente, pues es algo que a todos los hombres les pasa y les da pena admitirlo. Sin embargo, cuando Paula empieza a vestirse de forma más sexual y a tener citas, se esparcen rápidamente rumores de que se prostituye y de que se acuesta con toda la escuela. La película también cuenta con un mensaje sobre romper el tabú alrededor de la sexualidad y en contra de humillar a otros por su cuerpo; la segunda mitad particularmente fluye bastante bien y es muy llevadera, sobre todo por la dinámica del dúo de protagonistas.
Sin embargo, esto no compensa el tono caótico y chistes de mal gusto de la primera mitad en una película que dura innecesariamente una hora y cuarenta minutos. El guion no sabe por dónde llevar su alocada premisa y se enfoca demasiado en Charly, lo cual resulta en varias interacciones incómodas y comentarios bastante sexistas por parte de su pene. Se entiende que el propósito es contrastar las pocas habilidades sociales del personaje con sus desenfrenados deseos sexuales, pero la voz llega a ser demasiado incómoda, sobre todo cuando la vagina de Paula no hace ni la mitad de comentarios denigrantes que su contraparte masculina.
Sumado a esto hay varios chistes que en lugar de dar risa provocan pena ajena y bastante desagrado, cuyo punto álgido es el de un perro que se come el semen de uno de los personajes y luego le lame la boca sin que éste se dé cuenta. Hay formas de hacer exitosamente comedias adolescentes grotescas pero inteligentes, como lo demostraron películas como Easy A, Booksmart, Good Boys e incluso Neighbors 2. Sin embargo, Muchas más hormigas entre las piernas parece haber tomado inspiración más de American Pie, The Hangover o Eurotrip, productos bastante populares en su tiempo pero cuyo humor no ha envejecido bien debido a su sexismo, especismo y estereotipos rancios.
Fuera de su interesante premisa, tampoco hay mucho que diferencie a ésta de otras comedias adolescentes de Netflix: la fotografía es plana, no hay nada visual o sonoramente distintivo y cuenta convarios clichés, entre ellos la típica escena del baile de graduación y su respectivo discurso inspirador.
Aunque el mensaje final de Muchas más hormigas entre las piernas tiene buenas intenciones y hay varias aportaciones valiosas, el proceso para llegar a él es demasiado tortuoso como para que valga la pena, y el catálogo de Netflix tiene muchas mejores opciones para quienes busquen historias de adolescentes descubriéndose a sí mismos.
“Muchas más hormigas entre las piernas” está disponible en Netflix.
Foto de portada cortesía de Netflix.