En años recientes, el cine mexicano se ha enfocado en retratar la violencia del país para generar empatía, abrir los ojos de audiencias y buscar una concientización alrededor de la terrible situación. Sin embargo, dejando a un lado la calidad, difícilmente encontramos a una que lo haga sin recurrir al morbo o sin mostrar directamente la violencia. La selección de México para el Oscar, “Noche de fuego” inmediatamente se destaca no solo por cumplir con esta complicada tarea, sino por hacerlo con desbordante sensibilidad y autenticidad. Es una transición impecable del documental a la ficción por parte de su directora Tatiana Huezo.
La película retrata el incremento de violencia ocasionada por el narcotráfico en un pueblo ubicado en la Sierra Mexicana a través de una inmersión íntima a la niñez y adolescencia de Ana (Ana Cristina Ordóñez y Mayra Membreño de acuerdo al tiempo) y sus dos amigas, Paula (Camila Gaal y Alejandra Camacho) y María (Blanca Itzel Pérez y Giselle Barrera Sánchez).
Huezo nos muestra la cotidianidad de una comunidad viviendo en miedo. Vemos a la protagonista ir a la escuela, jugar en el agua, explorar casas abandonadas y pelearse con su madre. Pero estas actividades, que en cualquier otro filme hablarían de un coming-of-age común sobre una chica creciendo, se desarrollan en medio de pequeñas e inquietantes ocurrencias que hablan de un problema mayor: una vecina desaparece de la noche a la mañana, militares pasan constantemente por la zona, un maestro se marcha porque alguien le está pidiendo una cuota, las mujeres trabajan en campos de amapola (base de la heroína) y Ana es obligada a cortarse el pelo. La pequeña hace preguntas sobre estos extraños acontecimientos, pero no obtiene respuesta de su madre Rita (Mayra Batalla), quien parece estar en un estado perpetuo de ira, desesperación y cansancio.
Con su ojo atento de documentalista, Huezo nos presenta todos estos momentos con tremenda naturalidad y paciencia, dejando a su narrativa desenvolverse lentamente mientras acumula aterradoras advertencias de peligro hasta desembocar en un clímax aplastante que te deja en la lona. Y en medio encontramos escenas muy humanas de amor y amistad, siempre rodeadas de un aire de tensión que intermitentemente sube a tope en forma de escalofriantes oleadas de violencia; su temporalidad te hace acostumbrarte al peligro, creando un espejo de los sentimientos de la comunidad. Y esta violencia no la vemos de manera directa, pero sí la escuchamos o sentimos sus profundos estragos en el propio accionar de los personajes.
En su primera parte, “Noche de fuego” juega con la inocencia de la niñez para crear astutas dualidades. Por ejemplo, Ana tiene un juego con su madre en el que debe guardar silencio e identificar cuidadosamente los sonidos de la naturaleza, pero esto en realidad es utilizado para aprender a identificar el rugir de las camionetas del cartel y así tener tiempo de esconderse. Asimismo, en la ya mencionada escena de la peluquería, las niñas creen que el corte es debido a piojos pero las miradas de las mamás y la misma peluquera (Teresa Sánchez) revelan la verdad: es para evitar que las niñas llamen la atención, tal vez incluso para hacerlas ver como varones y así no ser tomadas por el cartel. En contraste, cuando llega la etapa de adolescencia, la carencia de inocencia en las niñas se convierte en terror para las madres, pues la única manera de esconder la feminidad es con hoyos en la tierra.
Las cualidades técnicas son excelentes, destacando el diseño sonoro. En “Noche de fuego”, el sonido es una herramienta clave, ya sea para disparar la tensión de cero a cien o para crear una inmersión en la vida de Ana. Así como la normalidad del mugir de las vacas o el canto de los pájaros sirven para crear tranquilidad y capturar un pedazo de vida en el pueblo, el sonido de un balazo o de motores se convierten en terror insoportable, y el silencio que les sigue, es un alivio efímero que sabes no tardará en desaparecer.
El gran Roger Ebert dijo que “las películas son como una máquina generadora de empatía”. Bajo esta sabia idea, podemos concluir que “Noche de fuego” es una máquina que opera a toda capacidad retratando el sufrimiento cotidiano ocasionado por una realidad violenta que tal vez conozcas superficialmente, pero nunca has sentido. Con una extraordinaria dirección, Huezo te da una probadita de esa terrible experiencia.
“Noche de fuego” formó parte de la programación del Festival Internacional de Cine de Los Cabos 2021 y se estrena en Netflix el 17 de noviembre.