Once Within a Time es una fascinante película experimental llena de contradicciones: aunque habla de tecnología y modernidad, su estética recuerda a los primeros días del cine; sus imágenes apocalípticas evocan al mismo tiempo al fin e inicio de los tiempos; carece completamente de diálogos, pero tiene muchísimo que decir. Es innegable que este titánico trabajo del director Godfrey Reggio y el codirector Jon Kane es una obra inolvidable.

Describir la trama no tiene mucho sentido, puesto que la película busca evocar sensaciones y sentimientos universales mediante imágenes que sean lo suficientemente reconocibles para que cualquier persona pueda saber qué son, pero también lo suficientemente ambiguas para que cada espectador pueda sacar sus conclusiones. A grandes rasgos, la película trata sobre el fin de un mundo y el nacimiento de otro, todo entrelazado a través de diversas viñetas y ciertos personajes comunes.

Tenemos desde elementos de ciencia ficción como robots, naves alienígenas y celulares gigantes, hasta otros más fantasiosos como un caballo de Troya lleno de niños, manzanas antropomorfas y un árbol que canta a todo pulmón interpretado por la artista iraní-estadounidense Sussan Deyhim, quien también compuso algunas de las piezas cantadas. Reggio y su equipo entremezclan situaciones bastante humorísticas que hacen llevadera toda la experiencia: el director quería hacer una película que tanto niños como adultos pudieran disfrutar, por lo que evita que sea pesada pese a lo atípico de la propuesta. Así como Kyle Edward Ball hizo en su aterradora Skinamarink, Reggio y Kane ponen las sensaciones por sobre la narrativa y apelan a los sentidos más básicos del espectador.

La falta de diálogos no significa ausencia de sonido, pues el score del nominado al Oscar Philip Glass es dinámico y muy ingenioso. Esto se debe también a que (a diferencia de lo que se hace usualmente), Glass trabajó la música a la par de lo que se construían los elementos visuales. Ambas partes se retroalimentaron en conjunto a lo largo del proceso de creación para que encajaran perfectamente, algo que se logra bastante bien, pues la música no solo acompaña la pieza, sino que marca el ritmo de la misma.

El apartado visual es igual bastante interesante. Cada una de las 412 tomas fue pintada a mano de forma digital con un acabado que le da una apariencia de cinta viejita, lo cual contrasta con su peculiar estética: los imponentes escenarios son en realidad miniaturas a los cuales se les agregó el talento grabado en pantalla verde en postproducción. Como resultado, la película maneja códigos visuales modernos y antiguos, lo cual es un reflejo de sus temas: se trata de un discurso que critica la tecnología, pero la usa para dar dicho discurso, algo de lo que el guion parece estar consciente, pues a través de varias escenas (como la de una familia hipnotizada por celulares) la muestra como algo inevitable.

Si la ves como un pesimista anuncio del fin del mundo o un divertido llamado a la construcción de una nueva realidad dependerá mucho de tu percepción del mundo: Once Within a Time tiene los suficientes elementos para ser ambas al mismo tiempo. La dedicación de su equipo es palpable en el evidente ingenio audiovisual que utilizan para transportar al espectador a otra realidad.

“Once Within a Time” está disponible en cines en Los Ángeles a partir del 20 de octubre.

Imagen de portada cortesía de Oscilloscope Laboratories.