El biopic ha sido un género con una estructura tan marcada, que la mayoría de gente probablemente la pueda identificar con tan solo ver el trailer de la película. Suelen ser inspiradores y permiten a los actores lucirse imitando los manierismos del personaje real. Aunque hay obras de este género que le dan una vuelta a esta narrativa tradicional (Oppenheimer, Priscilla y Elvis son algunos ejemplos recientes), este no es el caso de Rustin, película dirigida por George C. Wolfe, quien nos trae un bonito pero predecible homenaje a una figura importante y poco reconocida de la historia estadounidense.
Rustin nos cuenta cómo Bayard Rustin (Colman Domingo), un activista afroamericano abiertamente homosexual, busca orquestrar la marcha pacífica más grande de la historia en 1963. Él no sólo debe enfrentarse al racismo, sino también a la homofobia dentro de su propia comunidad. En este proceso, vemos su complicada amistad con Martin Luther King (Aml Ameen), su rivalidad con uno de los líderes de la NAACP, Roy Wilkins (Chris Rock), y su dificultad para tener responsabilidad afectiva con Tom (Gus Halper), un chico blanco con quien tiene un romance.
Wolfe deja todo el peso de la cinta en la actuación de Colman Domingo, quien está más que a la altura del requerimiento. Lejos de solo capturar las expresiones o manera de hablar de Bayard Rustin, Domingo transmite la pasión, terquedad y buen corazón del hombre. En lugar de hacerlo un santo, nos muestra sus defectos y conflictos, lo humaniza para que entendamos quién era el hombre más allá de sus logros. Sus monólogos están cargados de dolor e ira, pero también esperanza. Uno comprende por qué este hombre sería alguien complicado de tratar, pero también por qué inspira a tantos con sus palabras y energía.
Sin embargo, fuera de su protagonista, no hay mucho que distinga a esta película de otras del mismo tipo. La ambientación y vestuarios son precisos, la fotografía cumple sin ser arriesgada y la música es poco memorable pero cumple su propósito de acentuar las emociones. Uno no puede evitar sentir que la actuación de Domingo y la importancia del personaje merecerían un tratamiento mucho más audaz, caótico y apasionado.
Una escena que deja ver lo que pudo haber sido este biopic, ocurre cuando Rustin, desesperado ante los ataques de sus pares y del sistema, entra en crisis: la cámara se acerca casi invasivamente a su rostro, el sonido abrumador de los teléfonos amenaza con ahogar su voz quebrada, hay cortes rápidos con flashbacks en blanco y negro, y de repente una estridente música ahoga la secuencia mientras él corre y la cámara lo sigue caóticamente. Lastimosamente, este momento es una excepción en una película que (a diferencia de su protagonista) parece demasiado temerosa de cometer un error. Contrario a su anterior película, la mucho más dinámica y propositiva Ma Rainey’s Black Bottom, George C. Wolfe se va por lo seguro.
El guion de Julian Breece y Dustin Lance Black hila bien las distintas relaciones en la vida de Rustin sin dejar de lado el acontecimiento principal. Cada uno de los conflictos tiene el tiempo adecuado y es representado por un personaje bien definido. El texto también aborda la homosexualidad del personaje de forma abierta, alejándose del tratamiento casi asexual que han tomado otros biopics con personajes queer, como The Imitation Game. El clímax carece un poco de fuerza, pero en general todo está balanceado de forma coherente y entretenida.
Rustin es un trabajo que trae a la pantalla el legado de una figura clave en la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos, a quien injustamente no se le ha dado tanto foco debido a su orientación sexual. Es una película llevadera, inspiradora y que seguro gustará mucho a las audiencias casuales, pero cuyo acercamiento convencional no aprovecha al máximo a su valiente personaje y la comprometida actuación que le da vida.
“Rustin” ya está disponible en Netflix.