La frase “Juntos podemos lograr lo que sea” está en la entrada de la casa de un unido matrimonio conformado por Hyun-su (Lee Sun-kyun), un actor con pequeños papeles en televisión, y su esposa embarazada Soo-jin (Jung Yu-mi). Ambos se aman y están convencidos de que no hay adversidad que su cariño no pueda superar. Sin embargo, un extraño suceso pone esto a prueba. Esta es la premisa de Sleep: el mal no duerme, del director Jason Yu, una película que usa el terror para explorar el miedo al fracaso marital.

El extraño suceso en cuestión se trata del sonambulismo de Hyun-su, quien se levanta en las noches y hace cosas muy extrañas. Al inicio esto parece un comportamiento normal provocado por el estrés del trabajo y el nuevo bebé, pero cuando se torna en algo peligroso para él y todos alrededor, Soo-jin empieza a sospechar que tal vez se trate de algo sobrenatural.

Jason Yu utiliza este interesante planteamiento para mantenernos en la duda constante de la raíz del problema de insomnio: ¿se trata de una posesión o de una condición médica? Esta es la base que pone en conflicto a la pareja: la superstición contra la ciencia. ¿Qué tan unidos pueden permanecer realmente ante una adversidad así de grande? Los acontecimientos y acciones son perturbadores, pero no le dan al espectador una respuesta clara, lo cual es la fuente principal de terror de la cinta: la incertidumbre.

La fotografía y la música convierten el pequeño departamento familiar en un lugar tétrico, lleno de sombras y cuyas únicas fuentes de luz dejan apenas ver la silueta del atormentado esposo. Las tomas intencionalmente usan ángulos amplios y movimientos lentos que nos hacen sentir como si el hogar de esta familia fuera un lugar desconocido con algún misterio escondido en los rincones. Esto también es ayudado por el sonido, que intensifica ciertos ruidos para provocarnos ansiedad, como las uñas del esposo rascándose la cara o su grotesco devorar de carne cruda. Esto nos perturba aunque objetivamente nada paranormal esté ocurriendo.

Sin embargo, estas sutilezas y ambigüedad se caen en un tercer acto extremadamente literal que revela exactamente qué está ocurriendo. Esto da espacio a un cierre más intenso y llamativo en términos de acción, pero cuyo suspenso se vuelve superficial, contrario al debate espiritual planteado en el resto del trabajo.

Esto puede resultar atractivo para quienes busquen un clímax explosivo y no un tono más calmado y sostenido al estilo de películas como Brujería o la temáticamente similar Seire; sin embargo, el resultado traiciona la propia premisa de la película: en lugar de ser un enfrentamiento equilibrado entre las visiones de los personajes que permita al espectador sacar una conclusión, Sleep: El mal no duerme le dice qué pensar y toma un claro ganador, además de utilizar violencia un tanto gratuita en relación al tono sugerente que se ha manejado hasta ese momento.

Lee Sun-kyun (Killing Romance) y Jung Yu-mi (Train to Busan) son muy buenos en transmitir la lenta caída en la desesperación de los protagonistas, incluso cuando el guion se va por caminos no tan creíbles. Sun-kyun tiene el reto de jugar con varias facetas, desde el inocente hombre confundido por lo que le está pasando, hasta el perturbador sonámbulo sin expresión en el rostro. La historia también le exige jugar con que su personaje es actor, lo cual hace de manera muy convincente.

El tropiezo al final de Sleep: el mal no duerme no es suficiente para tirarla: durante la mayor parte de su metraje es una pieza atmosférica que utiliza el terror de forma efectiva para mostrar las complicaciones en el matrimonio y el miedo a la ruptura. No llega a explotar todo su potencial, pero sigue siendo una adición grata al género que satisfará a quienes busquen algo con más sustancia que varias ofertas comerciales recientes.

“Sleep: el mal no duerme” formó parte del Mórbido Film Fest 2023.