La docencia es una vocación muy especial, pues quienes la tienen son capaces de motivar a las nuevas generaciones, a crear mejores personas y hacerlas reconocer el valor que tienen. Las películas de Ernesto Contreras (Sueño en otro idioma, Cosas imposibles) se enfocan bastante en la influencia que puede tener una persona para el resto de tu vida y El último vagón no es la excepción. Basada en la novela homónima de Ángeles Doñate, cuenta la historia de Ikal (Kaarlo Isaacs), un niño que entra a una escuela ubicada en un vagón, liderada por la maestra Georgina (Adriana Barraza).

La educación en México ha estado en un nivel crítico por mucho tiempo, desde escándalos de lavado de dinero hasta los altos estándares que el gobierno busca alcanzar para tener un mejor nivel educativo, todo sin pensar en las necesidades de los entornos escolares. Es muy raro encontrar maestros que busquen el bien común de sus alumnos, pero en esta historia el personaje de Adriana Barraza (Bingo infernal) es esa maestra que pone atención y encuentra el potencial de cada uno, buscando inspirar con cada enseñanza.

No sólo se habla del aprendizaje dentro del aula sino también fuera del mismo. Ikal crea amistades con compañeros y la cinta remarca sus contextos socioeconómicos: hay una escena en donde felizmente compiten por quién puede nadar más rápido, con motivo de practicar para cuando traten de pasar el río Bravo y así cruzar ilegalmente a Estados Unidos, todo para alcanzar el supuesto “sueño americano”. En zonas rurales, como las retratadas en la cinta, son mayores las constantes predestinaciones pesimistas que los adultos inculcan a los más jóvenes, como el no encontrar sentido en ir a la escuela, y por ello, son las zonas más necesitadas de institutos educativos de calidad.

Lo anterior parece ir en contra de Hugo (Memo Villegas), un inspector de la Secretaría de Educación Pública que va de escuela a escuela para anunciar el cierre de las mismas, todo para seguir una nueva reforma educativa que busca mejorar la calidad de la enseñanza. Su historia es paralela con la de Ikal: uno está aprendiendo a leer mientras que otro recita el mandato que la Secretaría le obliga a decirle a los encargados de las escuelas. El guion de Javier Peñalosa funciona por la combinación de estas historias complementarias, las cuales presentan las realidades que vive toda persona involucrada en la educación, sean alumnos, maestros o directivos.

Se nota el homenaje y el respeto que Contreras le tiene a esta profesión. El director ha mencionado que una motivación para hacer El último vagón fueron su abuela y su madre, ambas docentes en primaria; aparte de la familia, la educación es otro pilar fundamental para el crecimiento durante la niñez. Georgina mira a Ikal con comprensión y asombro, sabe que le está dando una gran herramienta al enseñarle a leer, pero también encuentra el ingenio y la capacidad que puede llegar a tener en un futuro. Las actuaciones de Barraza e Isaacs son tan genuinas que la relación entre maestra y alumno de sus personajes parece ser verdadera, lo que ayuda a conecta al espectador con aquella persona en su infancia o adolescencia que le ayudó a ser mejor persona.

El último vagón acierta al representar una problemática del país, pero también resalta el cariño y la esperanza que otorgan las personas que buscan hacer un bien por medio de la educación. 

“El último vagón” ya está disponible en Netflix.

Foto de portada cortesía de Netflix.