La fiebre por los zombies golpeó duro a principios de la década del 2010 con series y películas como The Walking Dead o Guerra Mundial Z para luego irse perdiendo en productos derivativos poco propositivos. Últimamente este tipo de producciones han tenido un resurgimiento gracias a conceptos como el presentado en The Last of US o El ejército de los muertos, y dentro de esta nueva ola de zombies audiovisuales nos llega Zom 100: Cien cosas que quiero hacer antes de convertirme en zombie (Zom 100: Bucket List of the Dead) de Yûsuke Ishida, adaptación del manga homónimo creado por Haro Aso y Kotaro Takata, una mezcla entre Shaun of the Dead y Zombieland con un interesante comentario acerca de la cultura laboral nipona.
Akira Tendō (Eiji Akaso) es un joven brillante y lleno de ilusiones que acaba de conseguir el trabajo de sus sueños en una importante televisora, sin embargo esa visión color de rosa sobre el mundo laboral se estrella completamente con el gris concreto de la realidad: sus jornadas de trabajo llegan a ser de 12, 24 y hasta 36 horas, duerme en la oficina, come en la oficina y llega a asearse en la oficina, todo siguiendo las órdenes de su demandante jefe (Kazuki Kitamura) para cumplir las altas expectativas de la compañía.
El panorama cambia para el chico cuando se desata el apocalipsis zombie en el mundo y descubre con alegría que ya no debe ir a trabajar, lo cual le hace preguntarse ¿cuántas cosas ha dejado de hacer o se ha perdido por estar trabajando como loco? La respuesta la encuentra en una divertida lista, compañeros de viaje inesperados y muchos deseos por cumplir.
Dirigida por Yûsuke Ishida (Afro Tanaka), y adaptada por Tatsuro Mishima, Zom 100 recuerda mucho a Shaun of the Dead de Edgar Wright por sus divertidos gags visuales y tratamiento de su protagonista. La película no trata de esconder su crítica a la cultura laboral japonesa donde priorizan el trabajo duro, la lealtad a la empresa, la competencia laboral y las promociones basadas en rendimiento. Esto afecta directamente a Akira: vemos cómo su desilusión va creciendo conforme pasan los meses e incluso hay una escena donde el protagonista contempla el suicidio como una opción rápida para ya no tener que ir a trabajar. Este es un tema serio y preocupante, pero el filtro de la cinta lo maneja con humor al comparar al personaje con un zombie: sin vida, sin propósito, demacrado y hambriento.
Más adelante en la película, el tema de la cultura laboral se retoma cuando los personajes principales llegan a un refugio seguro para descubrir que funciona igual a una empresa: hay jefes en cada sección, turnos dobles o triples de trabajo seguidos por un breve periodo de descanso y una comida miserable mientras los encargados de todo se dan un banquete de reyes haciendo el trabajo mínimo. Aquí la sutileza de la metáfora deja de ser divertida pues los guionistas la sacan a la luz y hacen al antagonista decir las cosas directamente para los espectadores.
Eiji Akaso (Cherry Magic! THE MOVIE) hace un gran trabajo como Akira y además es muy divertido. Todo el tiempo lo vemos sonriente y feliz, pues en cuanto comienza el apocalipsis se siente completamente liberado. Gracias a que el guion le crea todo un pasado deportivo al personaje, el actor tiene varios elementos con los cuales jugar en cuanto al trabajo físico se refiere.
En el reparto tenemos a Mai Shiraishi (Usogi) y Shuntaro Yanagi (Re/Member) como Shizuka y Kencho, los amigos de Akira. La primera interpreta a una chica seria que todo el tiempo se mantiene alerta ante los peligros del nuevo mundo, al contrario de Akira quien constantemente hace tonterías producto de su nuevo libertinaje, pero lentamente baja todos sus mecanismos de defensa y se integra al grupo del protagonista. Shuntaro Yanagi, por otra parte, interpreta al mejor amigo de Akira, un personaje muy parecido a Zenitsu de Demon Slayer: miedoso, gritón, coqueto pero fiel a sus amigos y convicciones; él es en muchas ocasiones el alivio cómico de la película y también comparte algunos de los momentos más emotivos del metraje con Eiji Akaso.
Algo interesante de Zom 100 es cómo, pese a tratarse de una película cómica, también tiene espacio para detenerse en momentos emotivos, dolorosos, trágicos y hasta secuencias casi de terror, todo gracias a la dirección de Yûsuke Ishida quien se mueve hábilmente entre todos estos géneros y sabe construir momentos impactantes para la audiencia. Además, el director crea una mancuerna espectacular con el cinefotógrafo Tarot Kawazu (I Am A Hero) para construir secuencias de acción interesantes y divertidas.
Es difícil hacer algo distinto con los zombies, sin embargo la combinación del concepto de bucket list (lista de deseos) con la temática zombie se siente novedosa y nos mantiene al pendiente de cuántas cosas logra tachar Akira de la lista. Esto convierte a Zom 100: Cien cosas que quiero hacer antes de convertirme en zombie en un viaje entretenido, exagerado y placentero que cuenta con personajes divertidos y carismáticos pero que en el fondo trata de un tema serio y cercano, con el cual una gran parte de los espectadores pueden sentirse identificados: si tienes o tuviste un jefe demandante o te obligaron a “ponerte la camiseta” en definitiva logras sentir el alivio del protagonista cuando comienza el apocalipsis.
“Zom 100: Cien cosas que quiero hacer antes de convertirme en zombie” ya se encuentra disponible en Netflix.