En “Beating Sun”, la nueva película del director Philippe Petit, nuestro protagonista Max (interpretado por Swann Arlaud) se encuentra en un predicamento: el de cumplir sus sueños aunque nadie esté interesado en ellos, o el de ganar dinero traicionando su esencia. Como paisajista, el deseo de Max es llevar vida a una zona olvidada por las autoridades, un barrio muy poco cuidado cuyo centro él planea transformar en un parque libre de vallas y fronteras que traerá felicidad a todos sus habitantes: un oasis en medio de la fría ciudad azotada por el sol. 

Sin embargo, todos le preguntan lo mismo, ¿cómo ganas dinero de ello? ¿Por qué alguien invertiría en dicho proyecto? ¿Qué lo puede hacer monetizable? Es entonces cuando la película de Petit pasa de ser el retrato de un solo hombre a una alegoría de esa eterna y terrible realidad en nuestro sistema: todo, incluso la dignidad y los sueños, tiene un precio.

Petit nos ofrece el estudio de una persona que en principio parece terco y obstinado, alguien tan enfrascado en sus sueños que deja de lado su trabajo con tal de acercarse más a ellos. En un inicio uno no puede evitar preguntarse por qué rechaza con tanto ahínco el diseñar jardines verticales en hoteles cinco estrellas, cuando podría dedicarse a ello y trabajar en sus fantasías como algo secundario: viviría más cómodo y podría tal vez hasta invertir parte del dinero en el parque.

Sin embargo, conforme avanza la historia y vemos la relación de Max con el barrio, sus principios y su deseo de construir un lugar en el cual la gente no tenga que pagar más para disfrutar de un bonito jardín, entendemos sus motivaciones, su obstinación se convierte en resistencia, y caemos en cuenta de que nosotros también hemos sido engañados por el sistema: una vez dentro de él, una vez hechas las concesiones, es fácil perder de vista nuestros objetivos, embelesados por el dinero ofrecido por trabajos más “rentables”. 

La evolución paulatina de la historia hacen de ésta una prueba de paciencia para la audiencia, la cual podría desesperarse ante la terquedad de Max; lo bueno es que Swann Arlaud lo hace lo suficientemente carismático y apasionado para evitar la apatía del público: al verlo hablar de de su parque uno siente su amor por el proyecto y entiende perfectamente cuánto significa para él. A esto se suma un tercer acto en el cual la trama aumenta la velocidad y las esperanzas para Max, pero también las amenazas: para ese punto uno ya está metido y espera ansiosamente el resultado, pues podría ser el fin del paraíso soñado, pero también su realización.

El resto de personajes no tienen un gran papel más que sumar al conflicto: está Paul Moudenc (Grégoire Oestermann) el bienintencionado pero pragmático arquitecto que ve en el talentoso paisajista un profesional ejemplar, si tan solo dejara de pensar en el dichoso parque; y Sarah Adler como la esposa de Max, quien está preocupada por cómo las decisiones de su marido afectan a toda la familia. El futbolista Djibril Cissé hace una breve pero importante aparición como él mismo, y la película hace un buen uso de su fama como parte esencial de la trama.

Con un importante mensaje sobre gentrificación y un protagonista interesante, “Beating Sun” es un trabajo sencillo pero bien logrado, con ideas claras y un tenso clímax. Puede que no tenga tanta energía como su personaje principal, pero aun así te deja con algunas valiosas reflexiones.

“Beating Sun” formó parte de la Settimana Internazionale della Critica en el Festival de Cine de Venecia 2022.