Una de las aficiones de los últimos años del director Patrick Hughes es seguir explorando la relación de sus personajes a manera de “buddy films”, las películas donde los protagonistas, comúnmente varones, tienen actitudes o ideales opuestos que logran complementarse entre sí. Las dos cintas de “Duro de cuidar” preceden a “El hombre de Toronto”, un producto entretenido que también se fía de su elenco protagónico, pero con una historia típica y clásica que nunca logra enganchar.

Teddy (Kevin Hart) es un entrenador físico bonachón y un tanto fracasado, quien por una equivocación llega a un Airbnb en el cual se estaba llevando a cabo un evento criminal. Momento y lugar equivocado, pues lo confunden con El hombre de Toronto (Woody Harrelson), un matón dedicado a salvaguardar intereses políticos. Después de una serie de enredos, persecuciones y unas cuantas experiencias cómicas, Teddy hace equipo, inevitablemente, con el verdadero hombre de Toronto para no morir y limpiar todo el desastre que dejó a su paso.  

Cuando se junta el talento de Kevin Hart y de Woody Harrelson en un producto, lo único en lo que se debe poner atención es en construir una historia atractiva y desarrollarla lo mejor posible, no solo para entretener y gustarle al espectador, sino para tratar de crear una referencia póstuma del género, tal como en su momento lo hizo “Arma mortal”, “Dos policías rebeldes” o inclusive “Gemelos” con Arnold Schwarzenegger y Danny DeVito, sin embargo, pese a su intento anterior con “Duro de cuidar” protagonizada por Samuel L. Jackson y Ryan Reynolds, es claro que Patrick Hughes no ha sabido impregnarle de alma y sinceridad a sus creaciones, pues son desinteresadas, sosas y de disfrute momentáneo, sin el hambre de trascender, únicamente cumplir con la cuota semanal de estrenos para la plataforma o el estudio. 

Pese al intento de Kevin Hart por sostener la película volviendo a interpretarse a sí mismo mediante gritos desaforados y expresiones faciales exageradas, la realidad es que su manejo de energía, constantemente intensificada y fársica, termina por sofocar e irónicamente acartonar a su personaje, ya que sin matices es únicamente un instrumento ruidoso y sin sentido. Por otro lado, Woody Harrelson pasa desapercibido en el afán de contrastar a su personaje con el de Hart, y no solo se mantiene gris y plano, sino que es unidimensional. Sí, existe una agradable química entre los dos, pero no precisamente por la construcción de sus personajes. 

Los momentos de acción son de lo más rescatable de esta cinta, pues el par de falsos plano secuencias implementados logran exigir atención al detalle, aunque sea durante pocos minutos. En general estos momentos, los cuales pecan de falta de originalidad, no se salvan de errores como la notoria presencia de los dobles de acción, faltas de continuidad, falsos efectos especiales y cortes de edición que distraen; es evidente su función de parche. 

“El hombre de Toronto” es una película entretenida a secas, la cual confía demasiado en la química de sus protagonistas, pero que ofrece una historia gastada y secuencias de acción atractivas pero plagadas de pequeños y notorios errores. Una cinta ligera que está a kilómetros de distancia de igualarse a los referentes del género. 

“El hombre de Toronto” ya está disponible en Netflix