Cuando se estrenó “Cartas a Julieta”, un tierno pero genérico romance ambientado en Italia de la cual pocos se acuerdan, el gran Roger Ebert mencionó cómo pese a que estaba consciente de lo predecible de la historias, a veces era imposible separar las experiencias propias de los sentimientos hacia una película y le dio una crítica positiva: un muy bonito escrito en el que enumeraba los recuerdos traídos a su mente por la película. No voy a decir que “En la Toscana” del director Mehdi Avaz es perfecta, pero su ternura y pocas pretensiones me recordaron mucho a las películas que veía de niño con mi mamá, en tiempos cuando lo único que buscaba de una película era pasar un buen rato y ser transportado a lugares lejanos.
Theo (Anders Matthesen) es un chef danés perfeccionista cuyo objetivo es abrir un restaurante de vanguardia, pero su mal carácter aleja a los inversionistas. Un día le llega una carta: su padre, al cual odia, ha muerto y le ha dejado de herencia un castillo/restaurante en la Toscana. Theo quiere venderlo lo antes posible, pero conoce a Sophia (Cristina Dell’Anna), una mujer cuya boda será en pocos días y para quien ese lugar representa un hogar.
Si la trama suena a algo muy similar, por no decir exactamente igual, a “A Good Year” de Ridley Scott o a “Bajo el sol de Toscana” de Audrey Wells (la guionista de “The Hate U Give”), es porque lo es. No hay muchas sorpresas en esta película, pero eso no es algo malo: paisajes bonitos, un tierno mensaje, mucha comida y la idealización de la vida sencilla del campo italiano son algunos de los elementos que la audiencia espera en este tipo de historias, y “En la Toscana” no decepciona en ese aspecto.
Hay cierto encanto en este tipo de trabajos: no son particularmente memorables ni excepcionales en ningún aspecto, pero ofrecen una escapada de la realidad por su corazón. Sí, son complacientes y nadie jamás los catalogaría como grandes películas pero ¿qué tiene eso de malo? Existe cierta prepotencia al rechazar de manera tajante las películas con las que todos iniciamos en algún momento: no es como que en nuestra infancia nos hayamos enamorado del cine por Jonas Mekas o David Cronenberg (habrá quienes sí, pero dudo que sea la mayoría).
En el apartado técnico todo es competente sin ser espectacular: hay buenas actuaciones, el guion es simple pero cumple con el propósito, la comida se ve deliciosa y los lugares te dan ganas de ir a visitarlos: hay un contraste entre la calidez con la cual es retratada Italia y los tonos fríos usados para mostrar la vida de Theo en Dinamarca. Si bien no es increíble, su ejecución al menos no es tan genérica como el de otras películas de este tipo: todos los elementos trabajan bien y ayudan a mantener el ritmo relajado.
“En la Toscana” está lejos de ser una obra maestra, pero tiene mucha más sustancia que otros intentos de este tipo como “Comer, rezar, amar”. Si fuera un platillo, jamás sería cocina gourmet, pero lo que uno necesita a veces es una dulce y predecible receta familiar, algo conocido pero cuyo sabor siempre nos pondrá de buenas.
“En la Toscana” ya se encuentra disponible en Netflix.