En 2017, Netflix intentó crear su propia franquicia de fantasía de la mano de “Bright”, cinta dirigida por David Ayer ubicada en un mundo donde humanos coexisten con elfos, orcos y otras especies. Sin embargo, la pésima recepción de la crítica puso los planes de expansión en pausa. Como alternativa y con el objetivo de crear campo fértil para una posible secuela live-action, el gigante del streaming ordenó “Bright: Alma de samurái”, un spin-off anime que sin duda alguna le inyecta nueva energía a una franquicia moribunda.

Aunque “Bright: Alma de samurái” se sitúa en el periodo de restauración Meiji de Japón, la base de su historia es la misma al live-action: en el mundo existe una poderosa varita mágica que solo un selecto grupo de individuos llamados “Bright” pueden utilizar. En este caso, la Bright es Sonya, una joven elfina intentando eludir a un peligroso grupo de captores con ayuda del samurái Izo (voz de Yūki Nomura) y el orco Raiden (Daisuke Hirakawa).

A pesar de los elementos fantásticos, la historia es bastante genérica. El débil guion de Michiko Yokote se apoya demasiado en el cadáver creado por Max Landis (deficiente guionista de “Bright”) y desperdicia el potencial conceptual de su mundo. En esencia, seguimos a un grupo de personas intentando ir de un punto A a un punto B mientras un villano del montón — que literalmente quiere invocar a algo con el poco original nombre de ‘Señor Oscuro’ — les persigue. En medio del conflicto encontramos a la figura de un centauro (tomando el lugar del clásico sabio ermitaño) dejándonos caer una floja avalancha de exposición. Asimismo, el guion aborda temas de prejuicio y racismo (mismos que abundan en el filme live-action) relacionados a la percepción que humanos tienen de orcos, pero lo hace con miedo y de manera totalmente superficial. Finalmente, todo culmina con un tercer acto apresurado en donde el personaje de Izo queda como un total inútil; su arco y su relación al personaje del villano se va a la basura.

Por todo esto, la dirección de Kyōhei Ishiguro (“Palabras que burbujean como un refresco”) debe ser elogiada. El hombre maquilla las deficiencias del guion con un destacado manejo técnico, lleva la historia a buen ritmo, maneja satisfactoriamente las sangrientas escenas de acción y genera una sólida inmersión en el periodo histórico. Está apoyado por una dirección de fotografía dinámica, un buen diseño de personajes y escenarios, así como un estilo de animación llamativo que busca emular el arte Ukiyo-e. El score original de LITE es un distractor a lo largo del filme, pero su mezcla de sonidos tradicionales y futuristas funciona en momentos clave.

“Bright: Alma de samurái ” es un producto cocinado a medias que entretiene y llena el ojo gracias a sus proezas técnicas y gran elenco de voces. Lo demás, comenzando con el producto fuente, es desechable.

“Bright: Alma de samurái ” ya se encuentra disponible en Netflix.