“Ricochet” de Rodrigo Fiallega es una irregular propuesta sobre la venganza familiar con muchos valores agregados como la fotografía de Natalia Cuevas, la actuación de Martijn Kuiper y el tratamiento de la trama que evita la convencionalidad.
Martijn (Martijn Kuiper) es un hombre de origen holandés que busca compañía en un pueblito de México con motivo del vacío derivado del asesinato de su hijo. Cuando se entera de que el asesino saldrá en libertad, decide tomar venganza por su propia mano. Aunque en el papel se escucha muy cliché la idea (gracias a la sobreexplotación de estas historias por parte de Hollywood), la trama se desenvuelve bajo lineamientos interesantes.
La película se exhibe con un tono casi contemplativo y pausado, con tomas largas capaces de ambientar y otras que enfatizan el sufrimiento, el desasosiego y la distracción del protagonista. El pueblo de México es idealizado en sus lugares y atmósferas con el objetivo de mostrar retratos simétricos y atractivos. Aunque funciona, esta táctica se olvida del realismo que intenta provocar.
La narrativa se sostiene a partir de diálogos motivadores y detonadores para el personaje principal impartidos por personajes secundarios un tanto caricaturizados (sobre todo el de Andrés Almeida, con un exacerbado acento norteño), pero que logran dotar de interés a las futuras acciones y pensamientos de Martijn. Hay más artificialidad que elocuencia y realidad en la oralidad.
La resolución del filme es coherente, resultado de la construcción previa y aunque cae en lugares comunes propios del estilo narrativo de este tipo de películas que tratan sobre la venganza, se atreve a proponer acciones distintas. Eso se agradece. Con todo lo señalado, “Ricochet” es una obra ambigua, pero que satisface y no tiene desperdicio.
“Ricochet” forma parte de la sección Ahora México de FICUNAM 11.