Aunque pasen los años y las películas, el amor será un tema clave a explorar, ya sea desde la fórmula o el arriesgue. Ahora llega a nuestras pantallas chicas la última parte de la trilogía basada en los libros homónimos de Jenny Han: “A Todos los Chicos: Para Siempre”, la cual resulta ser una cinta más del montón sobre adolescentes enamorados, pero que probablemente convencerá a las gustosas y gustosos de las anteriores entregas.
Lara Jean (interpretada nuevamente por Lana Condor), tiene que reformular sus relaciones y prioridades, puesto que está a punto de ingresar a la universidad y posiblemente toda su vida cambie. Es un argumento genérico y soso, parecido a los de muchas películas románticas en streaming. Sin embargo, podríamos librar de culpa a la guionista Katie Lovejoy, quien tuvo la complicada labor de adaptar un libro con planteamientos repetitivos.
Luego de los altibajos que tuvieron las dos películas anteriores (“A todos los chicos de los que me enamoré” de 2018 y “A todos los chicos: P.D. Todavía te quiero” del 2020), esta entrega final llega para esclarecer los caminos de los jóvenes y amorosos protagonistas, y para dar por concluida una narrativa sólida, pero bastante simplista. El filme sigue sin arriesgarse a nivel discursivo ni narrativo; las ideas sobre el amor y la adolescencia continúan idealizadas a partir de parámetros socioculturales y económicos que cintas del género han propuesto hasta el cansancio: seres casi perfectos experimentando vidas perfectas, con un nivel económico aspiracional, así como ambientes escolares ideales y con raquíticas pizcas de conflicto. Y no quiere decir que por el hecho de retratar la “perfección” de una minoría se esté cometiendo un error, sino que el exhaustivo afán de querer contar todo de esa manera es un método de efectismo prácticamente vacío e irreal.

Por un lado, es interesante ver el crecimiento de los personajes, no solamente a nivel psicológico, sino también físico y como resultado del paso del tiempo entre una cinta y la otra; notar las imperfecciones, los pensamientos y las emociones que caracterizan una pequeña y limitada porción de lo que llamamos “amor”, así como los retos y las dificultades para poder disfrutarlo, ya sea en cuanto a distancia física, el desinterés, el miedo o la llegada de nuevas personas y situaciones. Por otro lado, y aún más importante, es la crítica superflua e irónica que la trilogía (en especial esta última parte) trata de hacer a las historias clichés y funcionales vistas en películas: chico conoce chica (o viceversa), se enamoran, mantienen una relación, se separan y regresan ene cantidad de veces, o que los finales felices no existen. Ambos planteamientos están presentes y son parte de la esencia de la triada fílmica. No existe la crítica que pretende hacer.
A pesar de todas sus limitaciones narrativas y discursivas, “A Todos los Chicos: Para Siempre” sigue siendo colorida, diversa, con diálogos efectivos y escenas que cinematográficamente no aportan mucho, pero que son audiovisualmente atractivas gracias al decorado de espacios, el elenco y las canciones acompañantes que exaltan el carisma de sus protagonistas Lana Condor y Noah Centineo.
“A Todos los Chicos: Para Siempre” ya se encuentra disponible en Netflix.