Las películas románticas son, en su gran mayoría, idilios cuasi perfectos de los sentimientos básicos de todo ser humano, por ello utilizan, de una manera u otra, clichés, fórmulas y lugares comunes; estos recursos, bien empleados, sirven para que nosotros como espectadores nos identifiquemos con los personajes y las situaciones presentadas.  El lado negativo de esto: existen también producciones en las cuales estos tropos conforman la totalidad de la historia sin buscar expandirlos o romperlos para generar algo novedoso. Dentro de este segundo grupo se encuentra “A través de mi ventana”, película de Netflix dirigida por Marçal Flores (“Amor Eterno”), adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Ariana Godoy.

La cinta nos presenta a Raquel (Clara Galle), una chica linda, divertida y “tímida”;,ella se nos introduce, por medio del flojísimo recurso de la voz en off, como la acosadora de su vecino Ares (Julio Peña), un chico guapo, millonario y “sin sentimientos”. Raquel tiene una obsesión con él al nivel de tener el disco duro de su computadora lleno de fotografías; lo observa a través de su ventana pero no se atreve a entablar una conversación. Ambos jóvenes comienzan a interactuar después de que él le roba la contraseña del Internet para terminar desarrollando una relación amorosa.

La trama, como puede leerse, no es demasiado compleja y utiliza el recurso de la “chica tímida e inocente” que conoce al “chico rudo pero con sentimientos”, sin embargo esto es llevado a los extremos pues la cinta evidencia, justifica y glorifica los comportamientos tóxicos en una relación. Ambos personajes comienzan siendo demasiado agresivos el uno con el otro, lo cual es sinónimo de coqueteo según la cinta; el romance y la pasión son sustituidos por escenas de sexo constantes y peleas entre la “pareja protagonista” hasta olvidarse completamente de las conductas dañinas de ambos adolescentes con su edulcorado final.

El desarrollo de los personajes es casi nulo, empezando con la protagonista, quien está diseñada para ser un molde para las adolescentes hacia quienes está dirigida la cinta y así puedan proyectarse; esto es peligroso pues normaliza, ante los ojos de su público joven, la violencia, el abandono y la falta de responsabilidad afectiva en una relación de pareja. Lo mismo puede decirse de Ares quien también es un recipiente de fantasías hasta en el nombre. Aunado a todo esto, la película sexualiza demasiado a sus protagonistas con el diseño de vestuario olvidando que se trata de adolescentes.

Los apartados técnicos fallan desastrosamente. La edición, al inicio, es frenética (en menos de veinte minutos tenemos ya a ambos personajes “coqueteando” y provocándose) para después estancarse en situaciones repetitivas con una estructura de pelea-reconciliación-sexo-pelea ad infinitum. La fotografía a veces parece un comercial de desodorante masculino, en ocasiones de cerveza o una bebida alcohólica cualquiera y otras tantas es un comercial de preservativos; no tiene una consistencia y es, la mayor parte del tiempo, más estilo sobre sustancia.

“A través de mi ventana” se suma a cintas como “After”, la trilogía “50 Shades” o “He’s All That”, películas en las cuales el amor y el romance, el cariño, el entendimiento del otro y una relación verdadera son sustituidos por una sexualidad desenfrenada en la cual ambas partes representan comportamientos poco saludables. Esto último es algo alarmante pues el público objetivo de un producto como éste son adolescentes de entre 15-19 años y las conductas reflejadas en el filme no deberían normalizarse.

Al final, “A través de mi ventana” es un producto vacío y carente de verdaderas emociones que aprovecha el éxito de la obra original (surgida de la plataforma Wattpad) para acrecentar el catálogo de Netflix.

“A través de mi ventana” ya se encuentra disponible en Netflix