El largometraje debut de Rodrigo Ruiz Patterson “Blanco de verano”, es un coming-of-age crudo y silenciosamente angustiante que te mete en el mundo de un joven de 13 años para hablar sobre relaciones tóxicas.

En menos de cinco minutos, Patterson establece el apego que existe entre Rodrigo (Adrián Rossi) y su madre Valeria (Sophie Alexander-Katz). Cuando él no puede dormir, va a la cama de su madre para encontrar confort; también bailan juntos y comparten momentos desnudos en el baño con total naturalidad. Da la impresión que la ausencia de un padre ha acercado a Valeria con su hijo, quien no podría estar más cómodo con ello. 

Pero este no es un relato edípico, sino un forcejeo de territorialidad sumergido en ira. El universo de Rodrigo sufre un cambio radical cuando Valeria le presenta a su nuevo novio Fernando (Fabián Corres). El proceso de adaptación parece sencillo. Fernando le enseña a manejar, le deja fumar y los lleva de vacaciones a Acapulco. Pero la introducción es muy brusca. En poco tiempo, Fernando se muda a vivir con ellos y Rodrigo comienza a resentir su presencia.

Nuestro protagonista no habla mucho y su madre tampoco hace el esfuerzo de hacerle hablar. No sabe cómo expresar sus emociones así que constantemente se escapa a un deshuesadero para romper vidrios, quemar cosas o intentar crear su propio espacio. Los intentos de acercarse con Fernando son a través de lecciones de conducción que pronto prueban ser catastróficas, pues la paciencia es inexistente de ambos lados. Con mayor frecuencia, el director manipula el sonido para guiar la historia a través de la furiosa respiración de su protagonista.

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Imagen cortesía de FICM 2020

La fotografía de Sarasvati Herrera captura los cambios de temperamento a través de un acercamiento íntimo; los sujetos están siempre cerca del lente para acentuar el apego físico y emocional que existe en el triángulo. El sentimiento claustrofóbico permite a Patterson forjar una atmósfera de ansiedad en donde la presencia de Rodrigo se vuelve motivo de preocupación. 

“Blanco de verano” se llega a sentir vacía por la naturaleza de sus personajes que claramente no van a ningún lado. Víctimas de su incapacidad para entablar una comunicación, son consumidos por la ira y es muy difícil empatizar con cualquier de ellos.

Aunque el enfoque es en Rodrigo, el personaje de Valeria no deja de ser fascinante. Es una madre codependiente que nunca comprende el problema. Aunque está llena de amor, su trabajo maternal es terrible. Es como la madre de Eric Cartman: incapaz de tomar acción, fácilmente manipulable y sordomuda ante la realidad de un hijo trastornado. A través de sus acciones, es que comprendes el estado de Rodrigo.

Este largometraje debut de Patterson encuentra una manera muy cruda y honesta de explorar relaciones codependientes y sus consecuencias cuando la ignorancia ciega predomina en ellas. Aunque frustrante, es una experiencia que cautiva gracias a una dirección efectiva, fotografía claustrofóbica y tres magníficas actuaciones.

“Blanco de verano” forma parte de la competencia oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia 2020.