Para llegar a ser deportista de élite, se requiere enorme fortaleza mental y física. Una técnica depurada debe de ser emparejada por un completo control de emociones y pensamientos. Y para llegar a ese punto, muchas veces el deportista tiene que hacer abrumadores sacrificios personales. Ese es el caso para la joven titular (y homónima) de “Olga”, quien intenta escalar a la cima del deporte mientras la sombra de la revolución acecha a su familia y a su madre patria.
Olga (Anastasia Budiashkina) es una sobresaliente gimnasta, tal vez la mejor de toda Ucrania, cuya preparación para el Campeonato Europeo es interrumpida por un choque provocado. Su madre es periodista y está cubriendo el controversial gobierno de Viktor Yanukovych; claramente alguien quiere detenerla y ahora, su familia está bajo amenaza. Por ello, Olga es forzada a abandonar Ucrania y refugiarse en Suiza (tiene doble nacionalidad gracias a su fallecido padre), en donde deberá continuar con su entrenamiento a pesar del estallido de un conflicto social en su tierra natal.
La película se desarrolla en 2013 durante Euromaidán, un movimiento masivo en Ucrania que buscaba remover a Yanukovych de la presidencia y restaurar la Constitución. Se caracterizó por una serie de protestas en la Plaza de la Independencia y una gradual escala de violencia que derivó en la muerte de más de 100 personas.
Aunque “Olga” se desenvuelve principalmente en un gimnasio suizo, su desarrollo narrativo va de la mano con la línea del tiempo de Euromaidán. Desde lejos, Olga es testigo de la revolución a través de videos y llamadas con su madre y su mejor amiga Sasha (Sabrina Rubtsova). El director Elie Grape nos deja ver lo mismo que ella: pietaje real de los disturbios, todo grabado por manifestantes.
Con horror, Olga ve desde una tablet el avance de la injusticia y el peligro al que se someten sus seres queridos. La situación acrecienta frustración y desesperación en la joven, pero también despierta fuertes sentimientos de nacionalismo, provocando un conflicto con su desenvolvimiento deportivo. Si quiere cumplir sus sueños, debe renunciar a la nacionalidad ucraniana y competir con Suiza.
Y a todo esto agregamos el elemento de la adolescencia. Olga es sometida a esta abrumadora ola de eventos y decisiones mientras atraviesa por un periodo de transformación física y emocional. Debe mejorar su desempeño como gimnasta en un entorno nuevo para ella, al lado de un vestidor competitivo y con un conocimiento limitado de francés. Asimismo, la gimnasia es un brillante deporte para explorar esta historia, pues además de fortaleza física, sus practicantes necesitan de un monumental control emocional para ejecutar cada movimiento, brinco y pirueta: la perfección es obligatoria. En este caso, el deporte es pasión, pero también una carga psicológica adicional para la protagonista.

Frente a sus compañeras y maestros, Olga muestra un carácter frío y calculador, pero explota en ira ante cualquier tipo de amenaza, regaño o presión. Solo exhibe total vulnerabilidad en la solitud de su cuarto y escondida bajo las sábanas viendo videos de las protestas. Budiashkina entrega una actuación fascinante y absorbente; camina entre líneas muy delgadas para transmitir la fragilidad de un ser con el mundo encima. Y gracias a sus habilidades como gimnasta real, las secuencias deportivas son autenticas y espectaculares.
Aunado a esto encontramos una gran exploración de habilidad atlética y del grado de sacrificio al que se someten algunos deportistas de élite. Mientras algunas compañeras con vidas tranquilas no logran amaestrar algún salto, Olga es capaz de ejecutar una complicada rutina en barras paralelas a pesar de las circunstancias rodeando su vida. Hay seres humanos que nacen con las cualidades psicológicas para destacarse en su disciplina.
El diseño sonoro es otro factor victorioso de “Olga”. La mezcla de sonido acentúa momentos de tensión, agobio o concentración, generando así una inmersión en la psique de la protagonista. Este sobresaliente uso es mejor ejemplificado durante los recorridos matutinos de Olga por la nieve y en la ejecución de sus rutinas gimnásticas; aquí escuchamos lo mismo que ella: los rechinidos de las barras paralelas, el crujir de la tarima y el control de su respiración. El público es distante y solo escuchamos lo necesario.
El sonido es apoyado por la fotografía intensa y fría de Lucie Baudinaud que busca representar la personalidad de su protagonista dentro y fuera del gimnasio. Las tomas íntimas permiten crear una inmersión al mundo de cambios y confusión de Olga.
La historia encuentra algunos problemas durante su caótico tercer acto, que efectivamente sirve como una plataforma para demostrar el pandemonio emocional de Olga, pero a costa de alienar al espectador. Asimismo, el apoyo en una débil subtrama involucrando a una amiga gimnasta, amenaza con entorpecer el aterrizaje de los últimos minutos. Sin embargo, el brillante concepto de necesidad de sacrificio y la relación política-deporte, saca a flote el desenlace.
“Olga” es un filme dinámico e hipnótico en donde la sobresaliente dirección de Elie Grape genera una atmósfera de tensión y frustración para plasmar las complejidades psicológicas de una adolescente inmersa en un deporte que exige perfección mientras vive en el exilio.
“Olga” forma parte de la Semaine de la Critique del Festival Cannes 2021.