Hace 25 años, soldados serbios asesinaron a 8,372 hombres musulmanes residentes de la ciudad de Srebrenica. Niños, primos, vecinos, esposos, amigos. Fue un genocidio planificado estratégicamente durante la guerra civil en Bosnia-Herzegovina con el objetivo de realizar una ‘limpieza étnica’. Fue el asesinato masivo más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Todas estas personas estaban bajo la protección “segura” de la ONU. En “Quo Vadis, Aida”, la directora Jasmila Žbanić intenta hacer un recuento de estos horribles acontecimientos a través de los ojos de Aida (Jasna Ðuričić), una traductora habitante de Srebrenica que trabaja para la ONU.
El filme abre con una probadita de la mezcla de terror y cobardía que está por venir. Aida realiza labores de traducción entre el desesperado alcalde de Srebrenica y Thomas Karremans (Johann Heldenbergh), un cobarde coronel holandés de la ONU que promete ataques aéreos si las fuerzas atacantes llegan. Pero la organización no hace nada. Su ultimátum es un blofeo, los soldados serbios entran al pueblo y pronto más de 25,000 personas se ven obligadas a buscar refugio en una base operada por cascos azules holandeses. El lugar es pequeño y muy pocos logran entrar, los que no tuvieron suerte se quedan afuera, a la intemperie durante una ola de calor.
Entre un mar de gente y miedo, Aida va de un lado a otro, buscando a su familia en un refugio que claramente no está capacitado para albergar a tal cantidad de almas. La protección de la ONU es inefectiva y pronto se desmorona completamente ante la burocracia y cobardía de aquellos al mando. El coronel Karremans recibe respuestas inútiles y se ve obligado a negociar con el general de las fuerzas serbias Ratko Mladic (Boris Isakovic en inquietante actuación), quien tiene demasiado poder y armamento como para ser detenido por unos cuantos cascos azules.
La tensión está siempre a tope y llega un momento en el que lo sabes: no hay escapatoria de la pesadilla. Solo hay ignorancia, mentiras, indiferencia, cobardía y terror. Aida también lo sabe, pero debe traducir las falsas promesas de aquellos al mando y ordenar a la gente que marche rumbo a su muerte. Tal vez así logre obtener protección para su esposo e hijos. Jasna Ðuričić maneja el papel con ferocidad, determinación y mucho dolor; implora, grita, ruega, corre, llora y, en un breve momento de felicidad, sueña con un mundo donde todo era más simple. Es una actuación absolutamente desgarradora y una de las mejores del año.

La película es brutal. Žbanic se asegura de detenerse en la miseria de las víctimas, en las caras de miedo de la madre a punto de dar a luz o el joven aspirante a rockstar. Más tarde te muestra con detalle la desesperación de la situación; el terror de un chico disfrazado de mujer para intentar engañar a los serbios, de un soldado holandés llorando de impotencia, de una madre y un hijo siendo separados a la fuerza, de un enamorado y una enamorada que saben que nunca van a volver a verse. Nunca te vas a olvidar del tercer acto, en donde Žbanic te sacude y te aplasta, pero también te regala un atisbo de optimismo.
No puedes despegar tus ojos de la tragedia. Tal vez tu corazón es el que te hace seguir viendo, el que, a pesar del estrés, te hace guardar algún tipo de esperanza por Aida, su familia y los 25,000 refugiados. Tal vez sea la tonta tradición hollywoodense de héroes de último minuto o algún tipo de luz al final del túnel. Pero sabemos que esas son patrañas y esto está basado en la realidad… una realidad que es poblada por una humanidad demasiado enferma.
Éste es un filme absolutamente efectivo a través del cual, Žbanic se asegura de que no olvides la historia. Necesitamos testimonios de los horrores derivados de la guerra y la intolerancia. El pasado no debe ser olvidado. “Quo Vadis, Aida” es un relato aún más aterrador porque sucedió hace apenas unos años y la comunidad internacional ya lo está olvidando. Y es increíble que se tenga que decir tantas veces, pero estas historias son necesarias porque el humano no parece entender la lección.
“Quo Vadis, Aida” forma parte de la selección Contemporary World Cinema de TIFF 2020.