Hay algo intoxicante en la vibra que Eugene Ashe genera con su ópera prima, “Sylvie’s Love”. La estética e historia recuerdan al Hollywood tradicional, pero con la diferencia de que aquí tenemos a un elenco afroamericano y una exquisita infusión de jazz.

Tessa Thompson (“Thor: Ragnarok”) es la encargada de elevar una trama romántica estándar situada entre los años 40 y 50. Interpreta a Sylvie, una joven comprometida, de madre sofisticada, que trabaja en la tienda de discos de su padre, misma donde conoce a Robert (Nnamdi Asomugha), un talentoso saxofonista y miembro de un prometedor cuarteto en búsqueda de fama. Rápidamente se enamoran pero sus vidas se bifurcan; Sylvie sucumbe a la presión del matrimonio ya prometido y Robert debe viajar a París para continuar su carrera. Hasta aquí encontramos un romance caluroso y convincente, así como una atmósfera nostálgica respaldada por un excelente diseño de producción y una mejor musicalidad. Sin embargo, no hay nada nuevo: es la historia de soñadores y un amor que parece imposible por la divergencia de clases sociales. 

Es cuando la película hace un salto en el tiempo, de 5 años para ser exacto, que el guion comienza a intentar cosas nuevas. Sylvie busca alcanzar su sueño de producir televisión, pero su esposo Lacy (Alano Miller) no la apoya y prefiere que se dedique a tareas mundanas de ama de casa. Mientras tanto, la carrera de Robert ha florecido, pero el líder de la banda se está llevando todo el dinero y el declive del jazz está por comenzar. 

Tras su inevitable reencuentro, ambos intentan escapar de las normas de género y raza de la época. De un lado está la lucha de Sylvie por obtener éxito profesional en una industria blanca y patriarcal, y del otro, Robert busca a toda costa convertirse en el hombre proveedor que las ideas tradicionales de la sociedad dictan.

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Una combinación de cuestionables decisiones directoriales y ridículas ideas en el guion amenazan con descarrilar las película durante su segunda mitad. Embarazos, encuentros fortuitos con personas del pasado, ataques cardíacos, subtramas olvidadas, diálogos genéricos, personajes cliché, duración excesiva. También tenemos diminutos indicadores del movimiento por los derechos civiles de la época, pero no tienen inferencia en la historia y parece que Ashe los metió con calzador. Afortunadamente, la energía y carisma de Thompson son suficientes para sobrellevar estos obstáculos y ayudar a “Sylvie’s Love” a cruzar la línea de meta.

La selección musical es tremenda y un acompañante esencial para el desarrollo efectivo de la historia, sobre todo en su primera mitad. El score de Fabrice Lecomte es suave, elegante y pegajoso; las composiciones de jazz de The Dickie Brewster Quartet (la banda de Robert) deben estar entre las mejores piezas musicales del año. Y encima, tenemos un fenomenal soundtrack compuesto por clásicos de artistas como Sam Cooke, The Drifters y Bill Haley & His Comets. Ashe incorpora con naturalidad toda esta música para enaltecer el romance e inyectar de energía a la película.

“Sylvie’s Love” evoca la nostalgia de los años dorados de Hollywood, tiene a una protagonista excepcional, una estética absorbente, un score musical mágico y durante sus mejores momentos, logra contagiar sentimientos de esperanza y ternura. No obstante, la carencia de creatividad de su flojo guion y un final plano evitan que el filme trascienda más allá de una linda historia romántica.

“Sylvie’s Love” ya se encuentra disponible en Amazon Prime Video.