Con tanta información basura y fake news en el Internet, es bueno recordar que allá afuera existen periodistas con las ganas de cambiar vidas a través de sus palabras. En este caso, la historia inspirada en hechos reales que nos cuenta el sobresaliente drama “The Best is Yet to Come” es una invaluable y rebosante fuente de inspiración en tiempos de incertidumbre periodística. Curiosamente, este relato no proviene de la supuesta “tierra de libertad” Estados Unidos, sino de un país que sufre mucha censura: China.

El filme se desarrolla en el Beijing de 2003, después de la crisis sanitaria de SARS en China. Su protagonista es Han Dong (White K aka Bai Ke), un apasionado escritor que busca trabajo como periodista en la gran ciudad pero que, al no haber estudiado en universidad, se topa con numerosas barreras para alcanzar su sueño. De arranque, el director Wang Jing establece una idea de discriminación muy importante para el desarrollo de la trama, y una con la que yo me identifico. Estamos en una sociedad más interesada en un papelito que en tu habilidad, experiencia y conocimiento. En este caso, Dong es rechazado por personas que ni siquiera leen sus textos. ¿Cómo puedes determinar la capacidad de alguien sin siquiera darle una oportunidad? El director expone la injusticia de un sistema que sólo recompensa a algunos y marginaliza a aquellos sin credenciales. Es algo ridículo pero muy real.

Pero Dong es insistente y su gran oportunidad aparece cuando Huang, el editor (Zhang Songwen) de un importante periódico de Beijing, descubre uno de sus textos en el Internet y decide reclutarlo como becario. Dong tiene todas las herramientas para ser un reportero: es apasionado, humilde y temerario. Su primer trabajo investigando la corrupción detrás de un derrumbe de minas es todo un éxito y pronto su escritura se encuentra en la primera plana del periódico. Todo va viento en popa para Dong, quien comienza planes para mudarse a un lindo apartamento con su novia.

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Hasta aquí la película es completamente absorbente. Estamos ante una historia de periodismo encabezada por un personaje muy empático y ejecutada a excelente ritmo. Pero la siguiente investigación de Dong cambia al filme y lo eleva a ser uno de los mejores del año.

El joven escritor se infiltra en una asociación que busca sangre para falsificar documentos médicos en pro de personas infectadas con Hepatitis B. Dong se hace amigo de Bao (Wang Yichuan), el jefe de este pequeño negocio y consigue evidencia para desarrollar un revelador reportaje con el potencial para darle estabilidad profesional y económica. Pero durante su investigación, descubre que su amigo Zhang Bo (Song Yang) es un portador de la enfermedad, y al igual que muchos otros inocentes, es víctima de las leyes del país que le impiden conseguir trabajo o educación avanzada. Si Dong publica la nota, su amigo y muchas personas más se verán terriblemente afectadas. Si no lo hace, puede perder su trabajo de ensueño. Ésta es la verdadera historia de “The Best is Yet to Come”: la discriminación.

Con afilada autoridad, Wang Jing te da un gancho al estómago y te obliga a reflexionar sobre el dilema moral de su protagonista. De repente Bao no es un traficante de sangre, sino un padre luchando por darle un mejor futuro a su hija. Y aunque no es por una enfermedad, Dong también ha sufrido discriminación de un sistema social diseñado para hundir al que tiene sueños, y por lo tanto, sabe lo que tiene que hacer a continuación. Su integridad es muy grande como para apoyar una injusticia social. 

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El personaje de Dong está tan bien desarrollado que su accionar se siente completamente humano. La expresión de empatía en los ojos de White K es como recibir un baño de agua fría y su determinación al momento de escribir es absolutamente inspiradora. Es una actuación brillante.

El giro es manejado con excelencia y apoyado por la íntima fotografía de Yu Lik-Wai, cuyas tomas de ajustados departamentos y sucias calles acentúan la opresión de algunas clases sociales en China. Es también importante el detalle en las expresiones de aquellos que sufren esa discriminación; las miradas de angustia y desesperación de vivir en un país que te cierra las puertas por algo que está fuera de su control. 

Wang Jing maneja magistralmente el ritmo de “The Best is Yet to Come” para comunicar efectivamente un soberbio e inspirador relato sobre integridad periodística. Tal vez sea difícil encontrar optimismo en estos tiempos de odio, pero historias como éstas te restauran la fe y recuerdan que una pluma y un buen compás moral son suficientes para cambiar la vida de millones.

“The Best is Yet to Come” forma parte de la sección Discovery de TIFF 2020.