La adolescencia es un periodo de cambio en el cual muchos empezamos a definir nuestra identidad más allá del núcleo familiar o de los amigos. No es sorpresa que esta etapa de transición ha sido el centro de muchas grandes películas, pues se presta naturalmente a un gran crecimiento de personaje. Sin embargo, ¿qué pasa si a su complejidad inherente le sumas un contexto social en el cual ser tú mismo puede resultar en represión y rechazo? Dormitory (Yurt), del director Nehir Tuna, nos lleva a la vida de un joven adolescente musulmán en medio de lucha cultural.

A finales de los años 90 hay una fuerte división en Turquía: la gente secular contra la religiosa. Los dormitorios para jóvenes musulmanes (llamados Yurt) son vistos como centros de adoctrinamiento al fanatismo. En uno de estos lugares vive Ahmet (Doğa Karakaş), un joven de clase media alta que es envidiado por sus compañeros. El chico tiene varias complicaciones en su vida: el miedo irracional a la religión impuesta con dureza en el centro, la difícil relación con su estricto padre (Tansu Biçer) y su creciente amistad con otro chico del dormitorio, Hakan (Can Bartu Aslan).

Tuna encuentra un buen balance entre los elementos político-religiosos que rodean a su protagonista y sus conflictos internos. Tanto los extremistas religiosos como el nacionalismo islamofóbico son abordados como dos polos que no le permiten desarrollarse del todo, pues vive con un miedo y ansiedad constante de no pertenecer a ninguno de los dos lados. Doğa Karakaş interpreta a Ahmed como un chico tierno pero introvertido, alguien que se aferra a la niñez y no desea dejar a su familia, pero que termina cediendo a los deseos de su padre de ser un “hombre de bien”.

El corazón de la historia es su relación con Hakan, en quien encuentra no solo una figura parecida a un hermano, sino un ejemplo de cómo vivir en libertad dentro de la opresión y abuso de centro religioso. Can Bartu Aslan le da a su personaje un aire de chico rebelde pero de buen corazón, una persona fuerte y noble que le da protección a Ahmet y lo ayuda a encontrar un lugar seguro en el cual descubrirse a sí mismo.

Hay muchos temas en Dormitory, pero el guion encuentra la forma de integrarlos de forma orgánica con la historia, como las presiones familiares del protagonista o los distintos grados de violencia que se viven en el yurt. Aunque un intento de romance entre Ahmet y una de sus compañeras sale sobrando, en general el resto del trabajo está bien construido y es muy llevadero.

El uso del blanco y negro para contar la historia resulta en un efecto un tanto obvio en el tercer acto, pero es efectivo y transmite el estado de ánimo apagado y confundido de Ahmet. La fotografía de Florent Herry también logra capturar la intimidad de los dos chicos y cómo su amistad se va volviendo más profunda, sobre todo con un divertido uso de primeros planos para una escena que parecería ser violenta pero termina retratando la complicidad de los jóvenes.

Dormitory es un coming of age con un contexto político que nos deja ver las dificultades de crecer en un entorno que busca adoctrinarte a toda costa. Sus buenas actuaciones y relación central la mantienen entretenida en todo momento, aunque a ratos su narrativa sea un poco dispersa.

“Dormitory” se presentó en la sección Orizzonti del Festival de Venecia 2023.