La historia de Cenicienta ha sido contada en el cine una y otra vez: desde adaptaciones clásicas como la de Disney, hasta películas que subvierten la trama en favor de una óptica más progresista, como Ever After, con Drew Barrymore. Érase una vez un asesinato, del director Yûichi Fukuda, ahora le da un nuevo giro a esta famosa historia: la convierte en un whodunit en el que esta heroína, junto a Caperucita Roja, se ven envueltas en un misterioso crimen.
Caperucita Roja (Kanna Hashimoto) camina por el bosque cuando se encuentra a Cenicienta (Yûko Araki), quien es fuertemente maltratada por su madrastra y hermanastras. Ambas deciden ir al baile real que el príncipe (Takanori Iwata) va a celebrar esa noche para encontrar esposa. Se arreglan con ayuda de la magia y van a su destino, pero algo les opaca la noche: alguien ha asesinado al estilista del rey, y se sospecha que el criminal está entre los asistentes al baile.
La película pretende burlarse de los estereotipos de los cuentos de hadas y darle un toque ingenioso a la historia; sin embargo, termina cayendo en ideas tan reduccionistas como la del material que quiere parodiar. Aunque la trama se basa casi en su totalidad en los acontecimientos de la historia de Cenicienta, ésta es dejada de lado en favor de la verdadera protagonista: Caperucita Roja, quien no solo es inteligente y una excelente investigadora, sino que además posee poderes psíquicos que no tienen sentido ni siquiera en este universo.
El guion relega a Cenicienta a una cara bonita que es definida únicamente por su condición de víctima: cuando la conocemos está enterrando a una paloma que su hermanastra mató violentamente. Cenicienta ha sido una historia controversial en tiempos modernos: si bien es verdad que su personaje promueve valores como la bondad y el no renunciar a tus sueños, tiene muchos aspectos problemáticos, como el perpetuar la idea de que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, o glorificar a un príncipe que se cree demasiado bueno para cualquier chica del reino.
Érase una vez un asesinato no solo no señala estos temas, sino que reduce aún más el personaje de Cenicienta. Incluso en el clásico de Disney de 1950, la chica quiere ir al baile para divertirse: no sabe quién es el príncipe y realmente no le importa, solo desea disfrutar una noche de escapismo. Su matrimonio con éste es solo un efecto colateral y, de hecho, es de lo menos interesante de la trama. En esta película, en cambio, Cenicienta es una fanática del príncipe y su único propósito es conquistarlo o agradarle. Ella insiste en que es bueno y amable, pero el filme lo pinta tan pedante como su versión animada. Incluso el remake de Disney de Kenneth Branagh, que es muy apegado a la original, hizo más por agregar dimensiones a ambos personajes.
Sin embargo, el peor aspecto de todos es la conclusión, sin la cual no se puede analizar en su totalidad este punto. Si no quieres saber qué ocurre, pasa por favor al siguiente párrafo. Inicio de SPOILERS: Al final se nos revela que el asesino todo este tiempo fue Cenicienta, esto debido a que el estilista prometió hacerla lucir hermosa, pero en realidad trató de cortarle el cabello violentamente. Ella, en defensa propia, lo mata y aprovecha la oportunidad para inculpar a una de sus hermanastras: la que mató a su paloma de forma agresiva. Sin embargo, en lugar de tomar cualquiera de estos factores en cuenta, el guion hace ver a Cenicienta como si fuera una villana superficial. Caperucita Roja no tiene ningún reparo en entregarla a las autoridades y cuando ella le ruega al príncipe que le diga que es hermosa (como ya lo había hecho en el baile), él solo le dice que ella es una decepción. Esto es enmarcado como un momento triunfal, pero es muy cruel con un personaje de por sí maltratado. (Fin de SPOILERS)
Además de sus carencias narrativas, las técnicas tampoco son tan destacables: hay bonitos vestuarios, pero son opacados por efectos especiales dignos de una película de Disney Channel y por una fotografía televisiva genérica. Aunque tiene ideas interesantes, Érase una vez un asesinato cae en aquello que pretende parodiar. Hay mil formas de reinterpretar una historia, el cine nos ha enseñado que siempre se le puede dar un nuevo enfoque a algo preexistente, pero para ello hay que entender qué hizo especial al material original en un inicio. Lastimosamente, aquí eso se pierde de vista.
“Érase una vez un asesinato” está disponible en Netflix.