En los últimos años, James Wan ha sido uno de los directores más influyentes si de terror se trata, sin embargo, las franquicias que ha iniciado y después abandonado se resquebrajan con el paso de los años. Aunque su nueva cinta, “Maligno”, deja un sabor agridulce luego de verla, no cabe duda que es una propuesta distinta y con mucho tributo de por medio. 

La historia aborda a Madison (Annabelle Wallis), quien es una mujer al parecer normal, con una vida plena a lado de su pareja, sin embargo, un altercado con éste último desencadena alucinaciones constantes con asesinatos tormentosos y sangrientos. Con el paso de los días, los traumas van aumentando hasta el punto de poner su vida en peligro, pues al parecer todo lo catastrófico que pasa por su mente es consecuencia de su pasado y es real. 

James Wan, en su vasta y reconocida trayectoria fílmica, había mostrado dotes de ingenio más allá de la convencionalidad de Hollywood y del terror actual. El género en sus cintas ha sido construido con base en la época y el espacio (como “El Conjuro”), los personajes (“La noche del demonio”) o en sus antagonistas (“Saw” o “El Títere”), y en “Maligno” apuesta por el gore, una inmersión impactante y por momentos confusa, sin el temor a la desaprobación del público ni tampoco con la expectativa del unánime aplauso; Wan sólo desea hacer tributo a sus inspiraciones, yuxtaponer estilos y corrientes, así como disfrutar del terror en sus múltiples variantes. 

Al ver esta cinta, escrita por el mismo Wan, así como por Ingrid Bisu y Akela Cooper, es posible pensar en detalles y posibles tributos con respecto al cine de Carpenter, Argento, De Palma, Cronenberg, Lynch, Roth; de películas como “Possession” de Andrzej Zulawski, “Alien” de Ridley Scott, “Silent Hill” de Christophe Gans; y de una mezcla de subgéneros relacionados al giallo o al nuevo extremismo francés. Por momentos Wan parece no ser Wan, sino un director convencional maniatado por la industria, y por otros, uno con años de experiencia enfocado en su toque autoral. Y al final, hay una mezcla de los dos que resulta no ser un desastre, más bien un pequeño suspiro de alivio por la pizca de ingenio que refleja el producto final.

A pesar de la gama de posibles referencias, la narrativa es atropellada por las inagotables explicaciones que buscan poner, una y otra vez, las reglas del juego y el contexto en orden, inevitablemente provocando  aún más complejidad y confusión. Por otro lado, la primera parte del filme atenta contra la atención del espectador y genera somnolencia, pero pronto se logra levantar para no dar tregua en ningún momento, sobre todo en la última parte, donde el caos, la irreverencia y lo impactante se apoderan de la pantalla. 

El objetivo de Wan, muy probablemente, no sólo es salirse de su zona de comodidad y de realizar un producto fuera de lo autorreferencial, sino más bien, inteligente o maquiavélicamente — uno puede apoyar a algún bando —, construir una de esas películas que ya casi no se hacen y que con el tiempo, gracias al público y la crítica, se convierten “de culto”. 

“Maligno” es una película incómoda; compleja y confusa en su armado narrativo; con muchos dotes referenciales intencionales e involuntarios; con actuaciones bizarras y exageradas, no obstante, merece ser revisada por el mero hecho de ser una propuesta arriesgada y distinta (para el cine comercial); por estar sostenida por un director atractivo y propositivo, y porque va a dividir opiniones. Lo importante, es formar la nuestra. 

“Maligno” está disponible en cines y próximamente en HBO Max.