En Taiwán todavía hay quienes siguen la costumbre de las bodas fantasma: cuando una joven muere soltera, la familia deja tirado en la calle un sobre rojo lleno de dinero y una foto de la chica. El primer hombre que lo encuentre y recoja es considerado por los familiares como el esposo oficial de la difunta y se cree que si no se casa la mala suerte caerá sobre él. Mi boda con un fantasma, del director Cheng Wei-hao, toma esta supersticiosa tradición y le da un giro cómico.

La historia sigue a un policía homofóbico, Ming-han (Greg Hsu), quien trata de resolver un caso importante. Un día, mientras recoge evidencia, toma por accidente un sobre rojo como el mencionado anteriormente y ahora debe casarse, pero no con una chica, sino con un chico llamado Mao (Austin Lin), quien murió atropellado. Sin embargo, aunque cumple el ritual, el fantasma de Mao lo empieza a atormentar y Ming-han descubre que para ayudarlo a reencarnar debe encontrar al culpable de su muerte.

Cheng nos trae una película ligera que mezcla el misterio, la comedia y el drama en partes más o menos balanceadas. A veces trata de abarcar mucho y esto termina por ahogar la temática principal: tenemos traficantes de drogas, persecuciones de automóviles, drama familiar, un intento de romance y un giro forzado de telenovela al final. La mayoría de veces el resultado es efectivo, sobre todo en la relación de los dos protagonistas, así como los vínculos del difunto con quienes dejó atrás.

Sin embargo, también hay mucho que sobra, como un personaje con sobrepeso que sirve para mostrar la gordofobia del protagonista, pero al final solo termina siendo objeto de burlas por parte del guion, pues siempre se lo muestra como torpe o cobarde. También el elemento de romance parece ser una excusa para recordarnos que el protagonista es heterosexual más que un factor que sume a la historia, sobre todo por el final que se le da a esa subtrama. Aun con todo esto en mente, la película logra conmover y transmitir su mensaje de inclusión de forma bastante satisfactoria. Es divertido ver cómo esta cinta toma una tradición antigua y le da un giro adaptado a los nuevos tiempos.

La sobresaturación de elementos narrativos no es ayudada por efectos visuales, que se notan particularmente en las escenas de persecución o cuando la película quiere adoptar tintes de terror. La fotografía en cambio hace un buen trabajo en adaptarse a la amalgama de géneros propuestos, al igual que la edición, cuyo ritmo es fundamental para pasar de un tono a otro de manera orgánica.

Mi boda con un fantasma es una divertida y llevadera comedia queer con un giro sobrenatural que la destaca de otras propuestas. Sus carismáticos protagonistas y exploración honesta sobre la vida homosexual en una familia conservadora compensan una trama excesivamente cargada. Aunque no llega al nivel de otros trabajos taiwaneses similares, como la brillante My Missing Valentine, es bastante entretenida y te deja varias lecciones interesantes.

“Mi boda con un fantasma” es la selección de Taiwán al Oscar a Mejor Película Internacional 2024 y está disponible en Netflix.